Me encuentro en la República Democrática del Congo supervisando unos proyectos de nuestra ONG Proclade y también me encuentro en el corazón mismo de este Evangelio. Mucha gente cansada y agobiada pero con otros cansancios y agobios distintos a los de Europa. Quizás más cansados y agobiados por las necesidades básicas (muchos). También infinidad de gente sencilla, de esos a los que se dirige Jesús, de esos a los que les susurra al oído las palabras que son bálsamo y venda, vino y aceite que cura y consuela.
Muchos con muy poco pero muchos con infinidad de sonrisas y con los ojos llenos de soles enormes y de atardeceres de ensueño. Yugos y cargas ligeras, de esas que sólo saben llevar aquellos que tienen esa rara capacidad de ser sencillos y humildes.
También personas que viven en medio de la basura y que sufren o ejercen la violencia, pero que pueden ver, de cuando en cuando, la maravilla de unas alas de mariposa con mil colores, gratis. O la sonrisa de alguien que cruza y con los ojos te desea lo mejor sin conocerte.
Carga y yugo también para nosotros, para los que lo vemos desde lejos o de cerca, para los que también vemos mariposas o soles, aquí o ahí, pero que no podemos ser tan sencillos o humildes porque tenemos mucho y somos poco. Otros agobios y otros cansancios pero quizá no los regalos de los últimos que serán (y son ya para el Reino) los primeros.