Según Molari, esos 5 testimonios de compromiso social ponen en evidencia que la mejor aportación que hacen los hermanos maristas a la Iglesia es su carácter laical, pues –y esto es ya mi propia interpretación– no formamos a los laicos para que perpetúen la institución eclesial, sino para servir al mundo.
Se trata, siempre según Molari, de combatir el clericalismo, esa plaga de la Iglesia que consiste en el hecho de que “los laicos tienden a asumir las funciones de los sacerdotes y los sacerdotes buscan invadir y dominar las actividades que los laicos tendrían que desarrollar”. En palabras del Papa: “Sin darnos cuenta, hemos generado una élite laical creyendo que son laicos comprometidos solo aquellos que trabajan en cosas ‘de los curas’ y hemos olvidado o descuidado al creyente que muchas veces quema su esperanza en la lucha cotidiana por vivir la fe. Estas son las situaciones que el clericalismo no puede ver, ya que está muy preocupado por dominar espacios más que por generar procesos”.
Creo que, justamente por nuestro carácter laical, los religiosos hermanos y, por supuesto, las religiosas, estamos llamados, de manera especial, a esa delicada tarea de ser custodios y promotores de laicidad en el seno de la Iglesia. Primero con nuestra vida, evitando la tentación de dejarnos “sacralizar” con funciones, lenguajes, estilos de vida, vestimentas… que no nos corresponden, y luego facilitando que laicas y laicos puedan ser realmente “los verdaderos protagonistas de la historia. No por una concesión nuestra de buena voluntad, sino por propio derecho y estatuto. Los laicos son parte del Santo Pueblo fiel de Dios y, por lo tanto, los protagonistas de la Iglesia y del mundo; a los que nosotros estamos llamados a servir y no de los cuales tenemos que servirnos” (Papa Francisco, 19/3/2016).