INTRODUCCIÓN:
– La cuaresma como camino de salvación, nos invita a situarnos
desde el pecado que nos revela la falsedad de un mundo de “iguales” en la “desigualdad” más fuerte y grave.
– Nos avisa de que la dinámica del mundo, cuando se queda sin trascendencia divina y humana, se adentra en modos de vida y de personalidad que:
o Atontecen, uniforman, mecanizan, insensibilizan, empobrecen el corazón, y nos van destruyendo en nuestras relaciones con nosotros mismos, con Dios y los demás.
CAMINOS DE HUIDA Y PÉRDIDA:
o Con nosotros mismos: nos somete a un perfeccionamiento externo y de habilidades, dejando al margen el quehacer principal de la vida que es la construcción de nuestra vida, la persona que somos y los que pensamos, sentimos y deseamos como horizonte. Surge el ser humano idiotizado, que puede saber mucho de algo, pero casi nada de todo lo que le incumbe esencial y entrañablemente.
o Dios y todo lo que sea trascendente no entra en los cálculos de lo útil y lo eficaz y se le desecha, teniendo que atiborrarnos de sentidos en cápsulas que alivian pero nunca satisfacen –un millón y medio de antidepresivos en Extremadura-. Nos adiestramos para vivir en el sentido del sin-sentido. El concepto de lo útil entra en una ambigüedad que nos deja desencantados y desesperanzados, muy útiles pero muy perdidos en la oscuridad de una vida que no sabemos a dónde nos lleva.
o Es tal la presión del propio ego en la dificultad de la selva mediática y mercantil que los otros pasan necesariamente a un segundo plano, por la falta de tiempo y por el cansancio que nos impide ser sensibles al dolor de los otros, nos paralizamos para que los otros puedan descansar en nosotros o lo hagamos juntos. Sólo nos valemos en la utilidad porque la dependencia se consagra como inutilidad y carga. No queremos depender de nadie y huimos del dolor de que otros dependientes puedan apoyarse en nuestros brazos agotados de nuestra propia lucha titánica con un mundo de obstáculos permanentes.
CUARESMA: TIEMPO PARA VOLVER
–Del agotamiento del pecado a la libertad de la gracia por el camino de lo auténtico, saliendo del engaño y de la mentira de “una seguridad y una riqueza” que ofrece salvación pero se queda con toda nuestra vida.
– La dinámica de la gracia es invitación a ser “Auténticos y originales”, a ser lo que somos: imágenes verdaderas de Dios, como Jesús de Nazaret fue imagen visible del Dios invisible, porque hacía lo que veía hacer a su Padre.
– El camino para la gracia es la conversión. Se trata de volver.
o Volver a entrar en nosotros mismos, En mi propia persona, sabiendo que la felicidad es una tarea interior, no está fuera de nosotros, no nos la dará ningún elemento externo. Se trata de un volver para reconocernos, querernos y así sanarnos. Ayunar de lo que nos absorbe y distrae de nuestro interior y de nuestra unificación personal, lo que nos dispersa y nos hace superficiales. Hemos de comer y beber en este tiempo el silencio que nos permite adentrarnos en nuestra interioridad para estar con nosotros mismos íntimamente y saludablemente. Atendernos y escucharnos para sanarnos.
o Volver a Dios, abrirnos a la trascendencia. Dejar que ese Dios penetre en lo profundo de nuestra vida, permitirle que habite en nosotros, relacionarnos con El y con sus sentimientos. Ahora es el tiempo del encuentro tranquilo y sereno con él, como el tesoro y el valor más auténtico. Hemos de salir de la religión formal e institucional, para entrar en el templo del Dios vivo, del que se nos da en la vida de lo diario y de lo sencillo: esa ha de ser nuestra oración, buscarle y contactar con El: centrados en su Palabra, en la comunidad, en la Eucaristía, en el perdón.
o Volver a los hermanos. No a la pobreza que divide, a la indiferencia que nos apaga, a la división que excluye, a los que son ninguneados por ser nada para el mundo y el mercado. Nos toca a los cristianos, a la iglesia, el oficio de reconciliar, de reconciliarnos con el Espíritu de Jesús. Las claves son de orden profundo y radical:
– Perdonados, perdonad: sin límites, en libertad total.
– Tomarse al hermano en serio: con el poder de perdonar, compartir.
– Entrándonos en el mundo para que sea:
•Entrañable – Ayuno para la ternura y la cercanía.
•Generoso- compartiendo y poniendo nuestra riqueza en la mesa de la desigualad para acabar con lo desigual.
•Justo- Cotemplando la realidad y entrando en ella para cambiarla y transformarla de la política de lo humano y de lo común.
Somos afortunados en esta invitación cuaresmal. La puertas están abiertas y el camino se inaugura a golpe de ceniza. La invitación no puede ser más directa: “Mira que estoy a la puerta y llamo, si alguien me abre entraré y viviremos juntos”. Es el momento, sin duda, de VOLVER A JESUS Y MIRAR CON CORAZÓN AL HERMANO.