Queridos: Hemos oído al Buen Pastor de nuestras almas, que decía: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”.
Se lo decía a Tomás, que preguntaba por el camino que el Señor se disponía a recorrer y por la meta a dónde ese camino llevaba. Para Tomás y para nosotros, Jesús es camino y destino: Sólo siguiéndole a él, sólo en comunión con él, sólo por él tenemos acceso a la verdad, que es él, y a la vida, que es él.
Es éste un gran misterio, inefable, y hemos de acercarnos a él con la luz de la divina palabra.
Considera lo que hoy has pedido en tu oración: “Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti”. Has pedido la misericordia del Señor; la has pedido porque esperas que el Señor te la conceda. Los ojos del Señor están puestos en ti, en sus fieles, en los que esperan en su misericordia. Tú esperas en la misericordia, y la misericordia pone en ti sus ojos “para librarte de la muerte y reanimarte en tiempo de hambre”.
Tú dijiste: “Que tu misericordia venga sobre nosotros”. Y vino sobre ti la Palabra que estaba junto a Dios, para que pudieses oírla y verla con tus ojos, contemplarla y palparla con tus manos, vino sobre ti la Palabra que es la vida, y que se llama Jesucristo el Señor.
Tú dijiste: “Que tu misericordia venga sobre nosotros”. Y la Palabra se hizo carne, acampó entre nosotros, y contemplamos su gloria.
Tú dijiste: “Que tu misericordia venga sobre nosotros”. Y de Dios vino a ti su Palabra eterna, Cristo Jesús, que es mirada de Dios sobre tu vida, fuerza de Dios en tu debilidad, luz de Dios que ha brillado en tu oscuridad, misericordia de Dios que te ha visitado para librar tu vida de la muerte y reanimarte en tiempo de hambre.
Hoy, mientras contemplas a Cristo resucitado, aclamas al Señor tu Dios y le das gracias, porque te ha visitado con su misericordia: Sabes que en Cristo se te ha dado la vida, pues, si crees en él, ya estás resucitado con él, y puedes decir con verdad que él es tu vida; si crees en él, ya vives en él, y puedes decir con verdad que él solo es el camino por el que vas a la vida; si crees en él, él es para ti la verdad, pues él solo es tu salvación, y no hay más saber ni más verdad que la salvación del pobre que ha puesto en Dios su esperanza.
Queridos: Ved que hablamos de contemplar a Cristo resucitado, y de aclamar y dar gracias, pues no estamos recordando con nostalgia y tristeza al que está ausente de nuestra asamblea, sino que escuchamos con asombro y alegría al que está presente entre nosotros, y recibimos con el corazón en ascuas al que ha querido ser hoy nuestro alimento para reanimarnos en nuestra necesidad.
Reconoce la misericordia que recibes, y conocerás la misericordia que has de ofrecer. Agradece la vida que comulgas, y aprenderás a dar tu vida a los demás. Haz fiesta por el camino que se te ha concedido recorrer, y llama a los pobres para que caminen por él.
Mira a Cristo resucitado, y reconocerás la Vía Sacra por la que caminan los redimidos, por la que van los rescatados del Señor, “en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría”.
Mira a Cristo resucitado, y oirás dentro de ti la voz del Espíritu que te dice: “Ése es el camino, caminad por él”. Ése es el camino por el que tú vas al Padre y por el que vienen a ti su misericordia, su justicia y su lealtad; ése es el camino por el que tú vas a tus hermanos y por el que viene a ti la bendición de la paz; ése es el camino por el que tú vas a los pobres y por el que viene a ti la dicha eterna del Reino de Dios.
Cristo es el camino por el que vas a la vida. Feliz domingo.