Conjugar la vida en “modo borrico”

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Aquellas palabras de Jesús se nos han quedado escritas en el corazón: “Cuando sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.

Hoy, con Jesús, nos ponemos a recorrer el camino que lo lleva a “ser elevado”.

El de Jesús es un camino para pobres con esperanza, para soñadores de reinos de Dios, para hambrientos de justicia.

Sólo ellos saben suplicar aclamando: “Hosanna”; sólo ellos se las arreglan para pedir mientras bendicen; sólo ellos conjugan con naturalidad la necesidad y la fiesta; y sólo ellos pueden alegrarse por la llegada del que esperan, alegrarse y bendecirlo: “Bendito el que viene en nombre del Señor”.

Desear, soñar, esperar, alegrarse, bendecir, son verbos que sólo los pobres pueden conjugar.

Pero también ellos habrán de aprender a hacerlo correctamente, pues es muy fácil confundir los tiempos y no digamos los modos.

Los de Jesús son “modos borrico”.

Los de los discípulos suelen empezar por ser “modos corcel”.

Es cierto que llega “el que viene en nombre del Señor”, como lo es que “llega el reino”, “el de nuestro padre David”, pero lo mismo el que viene que el que llega, vienen y llegan en “modo borrico”.

Cuando en la asamblea dominical se proclame la pasión del Señor, oiremos repetida con insistencia y referida a Jesús la palabra “rey”, veremos que se le trata como a un “rey” ¡de burlas!, y en el letrero de la acusación encontraremos escrito: “El rey de los judíos”.

La paradoja es que ese “rey de burlas” es “Rey de verdad”. ¡De burlas y de verdad!: Lo es en la cruz, lo es ante los soldados en el interior del palacio, lo es ante Pilato, lo es entrando en Jerusalén a lomos de un borrico. Lo es cuando le taladran pies y manos, cuando se reparten sus ropas, cuando echan a suerte su túnica.

¡Qué difícil aprender “el modo Jesús”!: Modo humildad, modo amor, modo palabra de aliento, modo silencio para la escucha, modo pedernal para los ultrajes, “modo borrico” para su entronización, que es lo mismo que decir modo humanidad pobre, humanidad última, humanidad crucificada.

Es difícil la conjugación, pero se aprende: Se enciende la fe, y a su luz aprendemos los modos de nuestro Rey, y lo reconocemos allí donde viene a nosotros, allí donde está: a lomos de borrico, y de borrico prestado.

Éste puede ser nuestro Domingo de Ramos: Desear, soñar, esperar, ver a Jesús pobre, verlo en los pobres, verlo en los últimos, en los crucificados, y alfombrar su camino con nuestros mantos, alegrarnos con él, bendecirlo y ser bendecidos por él, mientras, cuidando de los pobres, en ellos cuidamos a nuestro Rey.

Y si ése es nuestro Domingo de Ramos, entonces, aunque no lo hayamos dicho nunca, podemos empezar a decirlo ya: “Hosanna”, “hosanna en el cielo”, “salva, tú que estás en las alturas”.

Y a nuestra petición-aclamación le harán eco en la memoria de la fe las palabras del Rey a quienes lo han acudido: “Venid, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”.

Feliz encuentro con él. Feliz comunión con él, para que él nos enseñe a conjugar  la vida en “modo Jesús”.