“Confía y ten calma”

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“Que no tiemble vuestro corazón”: Nos lo dice el buen pastor que ha dado su vida por las ovejas y ha resucitado.

Creed en Dios y creed también en mí”. Confiad, no tengáis miedo, aunque en la barca, como en la cruz, Dios os parezca ausente y a mí me veáis dormido.

Las palabras del Señor van derechas al corazón de los discípulos, que, creyendo, se hacen depositarios de la esperanza del mundo.

Así las grabó en el suyo Teresa Benedicta de la Cruz: “Confía y ten calma”. Así resonaron en su carmelo, en su prisión, sobre el altar de su holocausto, en cada rincón de su alma: “Confía y ten calma”.

Las palabras de Jesús bajan como un vuelo de paz sobre la vida de los pobres: “Que no tiemble vuestro corazón. Creed en Dios y creed también en mí”. Son su secreto, el de Jesús y el de los pobres, el del pastor y el de sus ovejas, el de las víctimas de todo tiempo y lugar: “Confía y ten calma”.

Las palabras de Jesús son la verdad, que llena de vida el camino de los pequeños

Hoy, Iglesia de Cristo, harás comunión con tu Señor: harás comunión con su fuerza, con su firmeza, con su esperanza, con su confianza, con su amor de Hijo; y aprenderás a entrar con él en su hora, en su noche, en su éxodo, en su Pascua. “Confía y ten calma”, pues estás en el camino que lleva al Padre, te ilumina la verdad que viene del Padre, y has recibido la vida que sólo Dios puede dar, pues es la vida en Dios.

Me sé sostenida… en brazos de mi Padre…

Si yo no  me suelto, él nunca me suelta: Él es mi sostén…

Abrazo de luz, reposo de amor, calma que me inunda el corazón.

Alma confortada, niña arrebujada en brazos de mi Dios” (Teresa Benedicta de la Cruz).

Ésta es canción de holocausto presentido, de habitación de hospital, de bloque penitenciario, de familia desahuciada, de emigrante bloqueado por vallas cuchillas, de refugiado acosado por la brutalidad criminal de la violencia, del hambre y de la legalidad vigente.

Ésa, que es canción para pobres, para hijos de Dios condenados a muerte, yo se la he oído a Dios mientras, uno a uno, en cada calvario, los apretaba contra su corazón: “Me sé sostenida… en brazos de mi Padre… niña arrebujada en brazos de mi Dios”.

Feliz domingo.

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