“COMO UN NIÑO EN BRAZOS DE SU MADRE” (Sal 130)

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La vida avanza por pasiones, no por preceptos, por buenos que sean, y las pasiones nacen de la belleza, decía un antiguo sabio. En estos días previos a la bellísima celebración del nacimiento del Señor, es bueno parar, hacer silencio y mirar con ojos llenos de luz, para ver lo bello en las vicisitudes de nuestro día a día y sus dificultades.

En mi pasión por la Palabra, descubro que el Evangelio, para revelar su misterio, no reclama ningún decorado, ninguna erudición -por lúcida que sea-, ni ninguna técnica -por muy eficaz que sea-.

Sólo necesita de un alma postrada en adoración ante el texto, y un corazón despojado de toda confianza exclusiva en el hombre, a pesar de ser la criatura más valiosa de toda la creación, salida de unas manos hacedora de Belleza.

El secreto del Evangelio no es objeto de curiosidad, sino de adoración, tal como aparece en el relato de Belén. El secreto del Evangelio es esencialmente una comunicación de vida, para poder vivir arrodillados ante un Dios inmensamente humilde y amoroso.

En estos días todo se llena de luces, pero la luz del Evangelio no es una iluminación que permanezca en nuestro exterior, es un fuego que pide entrar en nosotros, para obrar una transformación, hasta convertirnos en luz para los hombres de esta generación.

El que deja penetrar en él una sola palabra del Señor, se arrodilla ante el Evangelio, y deja que se cumpla en su vida, conoce mejor el Evangelio que aquel que se limita a razonarlo, o considerarlo desde la pura razón, tan limitada.

El Evangelio no se ha hecho para los espíritus en busca de ideas, sino que está hecho para los discípulos que quieren obedecer a la voz que, desde el texto, nos llama.

Qué es la Navidad para el cristiano, sino la fiesta para saborear el misterio de Belén, por encima de todas las complicaciones de nuestros días. El Evangelio es el que da la clave de las complicaciones humanas y las simplifica: AMAR, cuatro letras son el camino de la simplicidad.

El AMOR desborda por los cuatro costados de Belén, en medio de las puertas cerradas para los humildes: José, María y Jesús. Ellos son los portadores de la HUMILDAD. No seamos especialistas en cerrar puertas a la humildad en nuestras vidas, por ella entramos en el misterio de Dios encarnado en nuestra humanidad.

Si escuchamos el Evangelio, que resuene al borde mismo de donde salen sus palabras, en su simplicidad, sin maquillajes, oiremos una invitación: AMAOS UNOS A OTROS, en medio de la noche sin cobijo de nuestros días, AMAOS DESINTERESADAMENTE, como José, María y Jesús.

Esta es la ruta de la simplicidad.

Pero, ¡cuántas complicaciones nos rodean, por dentro y por fuera!

Por eso es urgente ADORAR, vivir arrodillados, y dejarse moldear en el horno del amor de Dios, entonces podremos ser pan ofrecido a todos, los que tienen hambre de paz, de verdad, de respeto, de belleza, de luz……..

Cuando con facilidad complicamos lo simple del Evangelio, entonces lo edulcoramos y escapamos de encarnarlo en la vida. Por eso necesitamos volver a ser niños, llenos de confianza, como un pequeño en brazos de su madre, que no pide explicaciones, que no tiene objeciones que poner a todo, que se dejan guiar por la madre: de Belén a Egipto, de Egipto a Nazaret y de aquí a donde ella quiera llevarnos.

Entonces dejaremos de encerrar al Evangelio entre paredes, como si fuera un texto para ser leído, y lo dejaremos hacer vida en nosotros.

¡FELIZ NAVIDAD!