A propósito del pan multiplicado por el profeta Eliseo o por Jesús de Nazaret resulta más fácil oír una broma que saborear un pedazo. Y, sin embargo, la comunidad creyente sabe que el pan no se multiplica para bromear sino para comer, y que Dios lo multiplica con generosidad, para que sobre: “Comerán y sobrará”.
Eliseo, el siervo del Señor, con veinte panes dio de comer a cien personas: “Comieron y sobró”.
Jesús, “el profeta que tenía que venir al mundo”, con cinco panes dio de comer a una multitud: “sólo los hombres eran unos cinco mil”. Comieron, se saciaron y sobró.
Tú sabes que la palabra proclamada hoy en medio de ti, sólo te ha presentado lejanas figuras del pan que tu Dios multiplica cada día para que vivas. Reunida en asamblea santa, escuchaste con fe la palabra de Dios, bendijiste a tu Señor, proclamaste la gloria de su reinado, convocaste a las criaturas para que todas entonasen un canto de acción de gracias al Señor, que a todos da la comida a su tiempo y sacia de favores a todo viviente.
Tú sabes que el pan verdadero es uno solo, y de ese único pan te dispones a comer, y sabes que abundará para todos los pueblos de la tierra: “¡Comerán y sobrará!”. Es el pan de la pascua nueva y eterna, el pan de la vida, el pan que ha bajado del cielo y que da la vida al mundo. El pan que aquí se multiplica y del que te dispones a comer es Cristo el Señor: su cuerpo entregado, su sangre derramada, su palabra y su Espíritu.
El pan multiplicado, figura de Cristo entregado en la encarnación y en la eucaristía, es también figura de la Iglesia entregada a todos los hombres en el ministerio de la palabra y de la caridad: un solo cuerpo, un solo espíritu, un solo pan, para que todos coman y vivan.
Esa es nuestra vocación: El Espíritu del Señor nos ha ungido para llevar pan a los pobres, para ser pan en la mesa de los predilectos de Dios. Si somos fieles a ella, hoy en la Iglesia, como ayer con Jesús, todos “comerán y sobrará”.
Feliz domingo. Ven, Señor Jesús.