Pocos panes para mucha gente. La experiencia dice: no hay suficiente. El profeta insiste: “Dáselos para que coman”, pues es el Señor quien dice: “Comerán y sobrará”.
Si te pido que consideres el misterio, no es para llevarte lejos de las mesas en las que hoy falta el pan: es para que nunca puedas apartarte de ellas, pues el pan del misterio es la forma divina del pan de la solidaridad.
En el misterio, Dios te invita a la mesa de su pan, a que participes en el banquete de su vida. Allí, Dios mismo se te ofrece para que, conociendo su bondad y su fidelidad, su gracia y su misericordia, tengas vida eterna.
El pan en la mesa de Dios es uno solo, es Cristo, y todos, si creen, comiendo de ese único pan, se saciarán de misericordia, de gracia, de fidelidad, de bondad, de vida eterna.
No pienses que todos comen porque Jesús de Nazaret hace magia: todos comen porque Cristo se entrega. En efecto, el pan multiplicado por Jesús de Nazaret, significa el pan entregado que es Cristo, el Hijo único que, por la encarnación y la eucaristía, se nos ha dado para que, creyendo, tengamos vida.
Aquel pan, que representaba a Cristo, representa también a la Iglesia, cuerpo de Cristo, ungida por Dios para llevar a los pobres el evangelio, que es libertad para los cautivos, luz para el que vive en tinieblas, gracia para los pecadores, y también pan para los hambrientos.
La entrega de la Iglesia se ha hecho apremiante, el amor nos obliga a hacerla total, no porque los pobres tengan hoy más necesidad, sino porque a tu mesa han llegado más numerosos que ayer.
Por si alguna vez lo hubiésemos olvidado, es hora de discernimiento en las comunidades, para encontrar caminos hacia formas de ayuda, eficaces y respetuosas con la dignidad de quienes la necesitan.
Somos de Cristo: no hagamos magia; amemos. Verás que tus pobres “comerán y sobrará”.
Feliz domingo.