La escena de un portal, en los márgenes de la vida apacible de nuestros pueblos y ciudades, nos descubre, sin glosa, el misterio de la vida que, a su vez, irradia vida. La luz que, sin deslumbrar, alumbra de tal modo que a todos llega. La invitación sin marketing que consigue devolver el protagonismo a toda persona, a toda historia y a todas las culturas. Es la noche del claro oscuro, del contraste, del calor envuelto en frío, de la escena más apacible que, sin embargo, encierra y anuncia el drama de la vida.
Es otra nochebuena que se presenta en muchos corazones, hogares y comunidades, sin ser tan buena, aunque íntimamente debes saber que es la mejor. Porque en la madurez lo primero que se integra es que los tiempos felices siempre tienen algún alfiler clavado para recordarnos dónde situar la felicidad. Es la noche buena de la no posesión, del no círculo de poder, de la no difamación, la no crítica, el no cálculo. Es la noche de la sorpresa cuando ya parece imposible esperar; es la noche de los tuyos, cuando descubres, en ese posesivo, una presencia inmensa, mundial, total, porque, en esta noche, a pesar de estar inundada de recuerdos próximos, también el corazón y la visión se ensancha con los prismáticos de la fe.
Es la noche buena única, aunque la has vivido, 30, 50 o 70 veces. Tiene sabores que todavía no has gustado, tiene recuerdos que no te habían visitado y tiene ausencias con las que todavía no te has vaciado.
No es noche para proyectos, sino para sueños. No es noche para programaciones, sino para devolvernos el gusto por lo espontáneo, lo fugaz, aquello que hace a la persona «ser encuentro»; tú de Dios, amigo de lo creado.
La noche buena en la proximidad del portal te acerca mucho más a ti, te reconoce y sana, te cura y alegra, porque en esta noche, como nunca, la película de tu vida, aparece en el inmenso espectáculo del nacimiento, que es íntimo, confortable y capaz, porque un niño, recién nacido, balbucea tu nombre. Y al hacerlo, te recuerda que el sentido de tu vida es la felicidad y lo que vivas, nunca y bajo ningún concepto, dejará de vivirlo contigo.
Es la noche feliz, posible, mágica, intensa, real. Es la noche buena, porque tu nombre está escrito en el cielo, en un ayer y mañana que son al mismo tiempo. Por eso, guarda silencio, espera, escucha, contempla, agradece, sonríe… llora para limpiar los ojos. Verás que, en el portal, a penas sin ruido, no solo estás tú, está toda la humanidad, porque es la noche sin exclusión ni reproche. Es la noche donde, por fin, el tiempo no corre, pierde presión lo que está por hacer, empieza el tiempo nuevo donde todo es posible.
Esta noche, en un portal sin puertas, verás que no es imposible abrir las tuyas, las de tu casa o comunidad, las de tu vida o tus relaciones; las de tu espiritualidad e intimidad. Verás, además, que el nacimiento te acerca a un nuevo sentido de la propiedad, o mejor a la libertad de no poseer, a nacer libre y transitar con libertad: No te resultará extraño ni lejano el drama de quienes dejan su tierra conocida buscando otra, ni quienes desdoran los adornos de nuestras calles con esas «casas portátiles» tejidas con cartones, mantas y plásticos. Te traerán visiones de hospitales muy ordenados, con olor inconfundible, donde el silencio, el lamento y la desesperanza se tejen en danza de fin. Seguro que ves escenas de ancianos solos, en casas llenas de recuerdos, rodeados de silencios y nostalgias. Es una noche donde inevitablemente piensas en lo que pudo ser y no es, en quien pudo estar y no vino, en quien debiste llamar y, un año más, se te pasó o lo dejaste pasar.
Es una noche distinta porque precisamente es una noche más. Y es que lo diferente reside en quien puede hacerla especial. Por eso, esta noche, podemos vivir el inicio de muchas noches que sean buenas, porque dejamos nacer la vida sin limitarla; porque nos animamos a la sinceridad, sin matizarla; porque descubrimos la verdad, sin ensombrecerla y porque nos comprometemos con la fraternidad, sin empequeñecerla.
Es una noche buena porque, aunque no lo grites a los cuatro vientos; aunque no des una rueda de prensa para tener notoriedad; Dios y tu sabéis que esta noche empieza todo, porque hace mucho que Él es el todo que, desde siempre, ha cuidado tu vida. Celebra, contempla y sueña… es tu Navidad.