“¡Agrelo, que no te enteras! ¡Qué ganas tienes de salir de Tánger y apenas has llegado! Escribe, escribe, pero escribe bien, hombre. Mira, la revolución del norte de África es una revolución islámica. ¿Te enteras? Is-la-mi-ca. Quizás tengas que salir antes de lo que esperas de Tánger, pero no por promoción episcopal, sino huyendo. Reza, anda, reza, por ti y por todos los cristianos del norte de África que se las van a ver muy mal”.
Lo he leído y me doy por enterado: para usted, la revolución del norte de África es una revolución islámica.
De esa sencilla afirmación, me silabea enfáticamente el adjetivo “islámica”, como si ahí se escondiese el secreto de lo que por estas tierras está sucediendo. Temo, sin embargo, que haya puesto usted énfasis en lo obvio, pues está a la vista de todos que a la calle han salido gentes de religión islámica, que han caído regímenes de países islámicos, que es islámico el escenario de los hechos, y que será islámico el gobierno que estos pueblos se den –o les den- mañana. Todo aquí es islámico, tanto como pueda serlo la mezquita en la que los musulmanes oran o la oración que en ella hacen.
Lo que usted quería decir, y no dijo, es que detrás de las revueltas en el norte de África está el fundamentalismo islámico. También de esto me doy por enterado. Y añado, por si le interesa saberlo, que no tengo razón ni interés alguno que me lleve a excluir una tal posibilidad.
Pero esa posibilidad inquietante, querido Remo, no me impide acercarme a los anhelos que caben en el corazón de cada persona, a sus legítimas aspiraciones: cuando alguien se arriesga por un ideal, el futuro está moviendo en esa persona los hilos del presente, el hambre de futuro la está empujando a asumir incluso el riesgo de perder la vida por lo que desea, por lo que espera, por lo que ama.
Lo demás de mi escrito era fantasía cristiana: Más allá de ideologías, convicciones y miedos, más allá de miserias y grandezas, conscientes de ello o inconscientes, el mundo camina hacia Cristo.
Una última cosa, hermano mío: Espero que no se enfadará si le incluyo también a usted en la lista de personas por quienes me manda rezar.
Cordialmente.