Acabamos de concluir las vacaciones, iniciamos uno de los años más duros para nuestra ya maltrecha economía, parece que todas las malas previsiones se quedan cortas, va a ser un año duro para muchas familias, para muchas personas… Este modelo de vida que hemos montado tiene muchas ventajas y mecanismos de solidaridad, pero también tiene sus grietas.
En la noche mágica de Reyes una imagen me impactó… En mi localidad, como en otras muchas, se hace un despliegue, casi derroche de medios -diría yo- los Reyes pasean y tiran caramelos, pelotas, incluso peluches… como si la ilusión y la inocencia de los niños se pudiese medir por kilos. Los que íbamos al final de tan majestuoso cortejo contemplamos, entre la sorpresa y la indignación, como la calle iba quedando tupida de colorines, eran los miles de caramelos que iban quedando en el suelo y que niños y mayores eran incapaces de recoger… Miré a mí alrededor y algunas personas comentaron la escena, por lo visto se repite todos los años.
Esa misma noche me llamó una familia desde el otro lado del charco, desde Perú, y me comentó cómo lo estaban celebrando…
No sé que pasará con los caramelos maltrechos en la calle, probablemente el equipo de limpieza del municipio tendrá que dedicar horas extras… no sé qué pasará con esos niños que crecen ahora en la más absurda de las abundancias y derroche. No sé qué ha pasado con la noche de Reyes, con la magia, la ilusión, los sueños de solidaridad para con todos. ¿Otra fiesta del consumo, esta vez en nombre de los más inocentes?
Los del final de la cabalgata hemos quedado. Mañana vamos al Ayuntamiento a la concejalía de festejos. Hay muchas formas de celebrar la alegría mágica de una noche de Reyes… pero nuestras celebraciones no pueden ser ofensivas para quien las contempla desde aquí o desde el otro lado del charco.