Me decía una hermana que preparaba el capítulo general, que en el último apenas algunas de ellas tenían teléfono móvil y que ahora y más con la pandemia se ha normalizado y les da miedo ver cómo se gestionará por un lado la realización del capítulo con un equipo de medios de comunicación que deberá ser el que transmita la información, y por otro las hermanas freelance que por cuenta propia, sin pensar mucho y con la emoción del momento enviarán noticias no oficiales a las horas que les parezca y en el orden que les convenga.
La cuestión que parece simple es bien complicada, pues anda entre entender y ampliar el sentido del secreto capitular y la libertad de hablar con quien nos parezca…
La cuestión que parece simple es bien complicada, pues anda entre entender y ampliar el sentido del secreto capitular con todo lo que conlleva y con lo poco de moda que está eso de guardar secretos (ser discretos) y la libertad de hablar con quien nos parezca, cuando y como nos convenga, en aras incluso de la libertad de expresión o información.
No sé si empezar por lo positivo o lo negativo. Debemos conseguir un buen equilibrio entre todo lo presentado, pero antes que nada se debe lograr compartir con toda la congregación qué significa esa oportunidad de capítulo, por qué van unos y otros no, por qué los hemos elegido, cuál es el papel que cada uno asumimos cuando nuestra congregación está en capítulo. Eso que es de toda la vida, pero algunas y algunos todavía no entienden. Si no estamos todos involucrados, si no hay una conciencia de trabajarnos por dentro para ver cuál es el papel que nos toca en cada momento, se genera mucho grupito, mucha envidia, mucho tejemaneje y mucho desubicado… Pero vuelvo al tema que nos ocupa.
Seguramente se debe profundizar en la idea del secreto capitular, normalmente definido por el derecho propio de cada instituto y siempre en miras de observar «una prudente discreción» (CIC 633 § 2), algo que a veces no se estila ni por casualidad. Ya hablé de esta cuestión en el artículo Opacidad o discreción. En mi Congregación hablamos de que en virtud del respeto que merecen las personas y las cuestiones tratadas en el capítulo, es necesario mantener la discreción o incluso guardar secreto.
Es fundamental encontrar el término medio, sin caer en esta vorágine de la posverdad que me lleva a hacer lo que me parece, lo que siento, lo que me conviene, sin pensar más allá, sin sopesar ni discernir y sin tener en cuenta al otro, a los otros, a lo organizado previamente con trabajo y esmero. Quizás habrá que ampliar o modernizar los parámetros del secreto capitular: ¿dejar los teléfonos móviles fuera de la sala capitular o de la capilla en caso de que la elección se realice en esta, quizás se tendrá que pautar cómo hacer uso de estos, además de tablets, Ipads y ordenadores tan necesarios e imprescindibles en el trabajo, pero que pueden distraernos fácilmente por decirlo sutilmente? (Recordemos los inhibidores de frecuencia que garantizaron el aislamiento durante el último cónclave). ¿Será bueno pautar quién hace fotos en momentos solemnes, si es que se hacen o se dejan ya para los momentos de fiesta y felicitación?
Quien prepare el capítulo, el nuevo superior mayor elegido y luego su consejo deberán ser hábiles y diligentes, es de desear que suficientemente expeditivos para dar al equipo o comisión de comunicación la luz verde requerida para publicar con inmediatez en la web preparada para la ocasión y en las redes de la congregación lo necesario para que todos puedan estar al tanto de lo que sucede, sin entrar en cuestiones delicadas y que merecen ser tratadas con cariño y discreción. Ese equipo ya tendrá organizados algunos textos pues con el calendario en la mano sabrán qué va a suceder cada día y, por tanto, el día de las elecciones, donde la web dispara sus visitas, ya tendrán a la espera del nombre y la foto, el texto que anuncie al nuevo superior o superiora. Quizás dependiendo de la amplitud de la congregación o de la facilidad o complicación de llegar a todos, se habrán preparado listas de correos electrónicos o de números para el WhatsApp, con las pertinentes autorizaciones según la ley de protección de datos. Así la inmediatez periodística se cumplirá, las fuentes oficiales funcionarán, y las oficiosas que con el WhatsApp se sienten poderosas no se colgarán la medalla de la anticipación, ni podrán decir que la culpa es como siempre porque las cosas de palacio van despacio.
Hay congregaciones muy avanzadas en esto desde hace años, con equipos de comunicación que trabajan de manera encomiable y que gozan del apoyo y de la plena confianza de su gobierno, otros que van a ralentí por culpa de gobiernos poco hábiles y pasados de moda, y otras congregaciones que aún están viendo, y eso que la pandemia nos ha espabilado, qué deben hacer.
Otro día hablaremos de la necesidad de tener portavoces en la congregación, cada vez más extendidos o en manos de profesionales de los medios de comunicación pues los problemas no son nimios en nuestras misiones e instituciones, ante cuestiones de opinión pública o pecados destapados.