CANSADOS DE POLÉMICAS

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El lamentable espectáculo de «nuestros» políticos es, probablemente, un reflejo fiable de nuestras polémicas: Acuerdos con precio, compensaciones, afinidades o rupturas de difícil explicación, criticas veladas (o no tanto), envidias, celos… Un cúmulo de «pecados» capitales que condicionan cualquier atisbo de novedad y por supuesto de fraternidad.

Este tiempo de verano es muy propicio para los encuentros capitulares. Voy sorteando tiempos y cansancios para asistir a aquellos en los que se me ha pedido estar. Puedo decir que me encuentro, en conjunto, con sesiones muy bien preparadas. Argumentos perfectamente diseñados y trabajo, no improvisado, de personas que con, responsabilidad, quieren generosamente diseñar un mañana con esperanza. Me sorprendió, hace un tiempo, una persona consagrada que manifestó el título del artículo. Me decía experimentar un «profundo cansancio ante polémicas estériles». Que, además, –recuerda– en otro tiempo le mantuvieron el entretenimiento y que, entonces, interpretó como entrega o compromiso. Hoy, con más escepticismo, no es capaz de leerlo sino como como pérdida de tiempo. Es muy manido y recurrente que a lo largo de la historia, ante las situaciones verdaderamente relevantes, las gentes se perdiesen en el discurso colateral o insignificante, el detalle o las causas perdidas. Siempre ha habido personas que encuentran su razón de ser en búsquedas sin sentido. Siempre ha habido personas con miedo que, antes de abrirse a cualquier búsqueda, prefieren conservar, proteger y guardar lo que hay, aunque esté muerto. Ese es otro drama.

Mi anónimo  o anónima que experimenta cansancio ante las polémicas, argumentaba su hartazgo con expresiones como las siguientes: «Hace tiempo que lo que decidimos, o por lo que discutimos (y casi nos matamos) no sostiene la preocupación de mi vida y hace mucho más tiempo que he descubierto que hemos reducido la pertenencia a una causa común a la pura polémica, al contraste, a la división y la aparente discusión educada de pareceres». Esta persona, tengo que reconocer que con gracia e inteligencia me fue convenciendo de que su «ruptura» no se podía trivializar y que, amén de real, tenía su punto de inflexión del que se puede extraer una vuelta a la fraternidad verdadera.

Porque cansarse de polémicas estériles puede significar tomar el pulso de la vida. Optar por lo esencial. Mirar más lejos y mejor. Dejar de preocuparte por la «mota» o el acento, cuando lo importante es la significación de una vida que quiere ser camino de Reino.

Cansarse de polémicas estériles puede, por supuesto, exigir radicalidad y no volver a escuchar ni una murmuración o comentario indebido que ahora, con estos calores, algunos ociosos y ociosas, tienen necesidad de vomitar.

Cansarse de polémicas estériles es una auténtica conversión porque te obliga a descubrirte necesitado de transcendencia y buscar a Dios. Dejarás así de juzgar cómo se hace o cómo no se hace. Sencillamente experimentarás «nostalgia» de Quien, en verdad, sabe. Lo buscarás y dedicarás tiempo, sin polemizar, solo por el gusto de dejarte amar y así reconstruir.

Cansarse de polémicas estériles puede ser un impulso notable para la verdadera comunión que, por supuesto, no es un todo igual y anodino, ni un conformarse con relaciones y «daños colaterales», sino saber ofrecer y exigir; saber dar y recibir esa verdad que aparece solo, cuando hay relaciones reales sin previo y sin precio.

Cansarse de polémicas estériles puede ser, por supuesto, conexión con la verdadera misión. Porque, de una buena vez, nos puede sacar de lo que siempre hemos hecho y aprender ese idioma nuevo de presencia del que nos gusta hablar pero, definitivamente, tememos.

Cansarse de polémicas estériles puede ser un itinerario de maduración muy interesante. Es estéril y polémico, por supuesto, intentar cambiarte a mi imagen y semejanza. Está en la raíz de buena parte de itinerarios formativos erróneos… La maduración se sitúa en el horizonte de la sorpresa que invita a contemplar y reconocer el signo de Dios en todos y todas; en estilos diversos, en búsquedas también distintas. En esa riqueza que aportamos y desconcierta. ¡Cuanta vida se está perdiendo en las congregaciones y comunidades por no ser capaces de reconocer el don recibido en los otros!

Después de escuchar a mi confidente anónimo (él o ella) he descubierto que no se trata de otro lamento más. No es el rencor de quien nada acepta porque nada nuevo busca ni espera. Veo infinidad de posibilidades porque hay vida y lucha por la vida.

En estos foros tan especiales y cualificados como son los capítulos hay mucha palabra. Pero también mucho silencio. Silencio antes, de quienes dicen no esperar nada nuevo; silencio durante, de quienes dejan que los «rodillos ideológicos actúen» y silencio después, de quienes no ven reflejado ni asumido un minuto de su existencia. ¿No tendremos que llenar de voces esos silencios? ¿No estarán significando que un buen número de consagrados perciben estas convocatorias como polémicas estériles? Salir de círculos de esterilidad obliga, claro está, a posicionarse, exponerse y arriesgarse. Y esto solo lo puedes hacer cuando estás vivo y buscas vida… de lo contrario reina la apariencia de vivir polemizando. Es la vida en la trinchera que por más que se adorne no es vida, es supervivencia. Y esta siempre es mediocre.