El relato de la transfiguración nos lleva a la esfera de lo que está por venir pero que ya forma parte de nosotros. Es la resurrección actualizada en cada día que suele pasar desapercibida a nuestros ojos y corazones, pero que está presente.
El relato no da muchos datos del cómo. Solo una blancura que nos recuerda la sencillez simple de lo que es esencial; un diálogo entre Moisés, Elías y Jesús que para nosotros es silencio; unas palabras del Padre (pocas) que nos recuerdan que la escucha es comienzo y camino de seguimiento; la torpeza bienintencionada de Pedro que quiere quedarse en un futuro que todavía no puede ser presente.
Y, por fin, lo más importante y complejo: bajar de la montaña para encontrarnos con lo cotidiano en el que tenemos que vivir la blancura, el diálogo, la escucha y las torpezas, sabiendo que los demás nos necesitan y que nosotros los necesitamos, en este intercambio maravilloso que el amor, anticipo también de lo que va ser en la resurrección futura y en la del aquí hermoso.
Feliz camino hacia la Pascua.