Atrevernos al ridículo

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Miguel Márquez Calle

Prepósito General de los Carmelitas Descalzos (Roma)

No sé por qué esta semana pasada me vino a la mente el recuerdo del premio Cervantes 2010, el mexicano Emilio Pacheco, que protagonizó una escena bastante incómoda: antes de recoger el premio, se le cayeron los pantalones. Tuvo una salida simpática, dijo “es un buen argumento contra la vanidad”. Y le ayudaron a ponérselos de nuevo.

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