«AQUÍ ES NORMAL»

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Hace unas semanas conviví en una de las comunidades de mi congregación por unos días. Ello me permitió conocer mejor la realidad de lo que viven mis hermanos, las dificultades y los desafíos de la vida religiosa en una “cara” concreta de la provincia. Esta comunidad insertada en la periferia -no de la teología sino de la realidad- está situada entre un polígono industrial y un barrio donde se pasa droga, hay redadas policiales un día sí y otro no, y un alto riesgo de exclusión social. Pues bien, allí, con una presencia humilde y callada están estos tres religiosos.

Una noche, después de la celebración de la eucaristía, me quedé hablando largo rato con un grupo de jóvenes en la entrada de la casa. Era de noche, pero todavía había bullicio parroquial, personas que entraban al despacho, personas que salían con cosas… Era de noche. De repente ese bullicio anónimo captó mi atención y pude entresacar algunas instantáneas mientras conversaba. Vi a un padre de familia que salía con una barra de pan bajo el brazo, luego, a los diez minutos, una pareja con una niña de dos o tres años entraba con una bombona de butano vacía -se notaba por el poco peso- y al rato salía con la bombona llena. Era de noche. Los jóvenes captaron mi sorpresa y sólo me dijeron: «aquí es normal».

En aquel lienzo oscuro estas personas fueron tomando forma y cuerpo de luz de una de las parábolas del Reino que he tenido la dicha de presenciar últimamente. Donde la casa de Dios es la casa de todos y donde los misioneros comparten lo que son y lo que tienen. No era asistencialismo nocturno, ni siquiera era el despacho de Caritas, era la comunidad que compartía y ofrecía.

Poco después, antes de que me venciera el sueño, pude dar gracias a Dios por hacerme testigo de este lienzo de luz y oscuridad sin terminar que es su Reino. Y me dije: “Es verdad que somos menos, que discutimos demasiado, que hay incomprensiones y sufrimiento. Pero no es menos cierto que la vida religiosa anónima lo está dando todo, no como el rico que da lo que le sobra, sino como el pobre que es capaz de compartir lo poco que tiene…”.

Al día siguiente el agua de la ducha salía fría, muy fría… y me dije: «Aquí es normal».

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