Aprender de Dios a ser humanos

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Bajar es verbo que describe la acción de Dios en la historia de la salvación: Si crea, Dios baja; si libera de la esclavitud a su pueblo, Dios baja; si hace alianza con su pueblo y le da su ley, Dios baja; si la Palabra de Dios se hace carne, Dios baja; si confesamos que el Hijo de Dios es nuestra resurrección y nuestra vida, confesamos que por nosotros fue crucificado, muerto y sepultado, que descendió a los infiernos, y al tercer día resucitó de entre los muertos.

De Dios sólo podemos decir que baja, y si se dice que sube, sólo se podrá decir si se reconoce y confiesa que antes ha bajado.

Si recorres la historia de la salvación, observarás que el verbo bajar, dicho de Dios, lleva dentro un mundo de significados que el Diccionario de la lengua no logra recoger.

Para el Diccionario, bajar es “pasar de un lugar a otro más bajo”, “disminuir alguna cosa”, “poner algo en un lugar inferior”, “apear”, “desmontar”, “inclinar hacia abajo”, “abaratar”, “humillar”.

Para la historia de la salvación, bajar es verbo de encuentro con pobres, de solidaridad con esclavos, de compromiso con todos: “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto… He bajado a librarlo de los egipcios, a sacarlo de esta tierra, para llevarlo a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel”.

En ese contexto, bajar es verbo de alianza, es verbo de ayuda, es verbo de amor: “La columna de nube bajaba y se detenía a la entrada de la tienda, mientras el Señor hablaba con Moisés”.

Para la historia de la salvación, bajar termina por ser sinónimo de entregar la vida por otro, de perderla por nosotros, de morir por todos; bajar significa hacerse pan sobre la mesa de la humanidad: “El pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo”; “yo he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado”; “los judíos murmuraban de él porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo»”; “este es el pan que baja del cielo para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”.

Si dices a Jesús: “Baja a curar a mi hijo”, es que todavía no has creído que ya ha bajado a curarnos a todos. Si dices a Jesús: “Baja de la cruz y creeremos en ti”, es que todavía no has caído en la cuenta de que la cruz es el último peldaño de la escalera por la que el Mesías Jesús bajó desde la condición divina a lo hondo de la condición humana: ¡No hay un más abajo de la cruz!

Ahora considera el significado que al bajar de Dios le da la liturgia de este día: “Tu poder es el principio de la justicia, y tu soberanía universal te hace perdonar a todos… Tú juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia”. “Tú eres bueno y clemente… Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal”.

Eso aprendes de la palabra; aprende también del sacramento: Fíjate en el que hoy baja a la mesa de tu eucaristía para ser tu pan, para ser tu fuerza, para ser tuyo.

Y no dejes de reconocerlo cuando baje entre los pobres a tu encuentro para ser tu salvación.

De Dios aprendemos a hacernos siervos de la justicia, a perdonar a todos, a perdonar siempre. De Dios aprendemos moderación e indulgencia, bondad y clemencia, misericordia y lealtad.

Es una paradoja: De Dios aprendemos a ser humanos.