Amar como Dios ama

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Si hablamos de Dios,  hablamos de amor.

El salmista lo dijo así: “Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura”.

Desde su experiencia personal de la misericordia y la compasión de Dios, el salmista nos invitaba a reconocerla como nuestra, a confesarla como universal. ¡Y no conocía al Mesías Jesús!

Pero tú has creído en Jesús, tú lo conoces.

Y en Cristo Jesús se te ha revelado el misterio de un amor sin medida.

Él es el compadecido, el curado, el rescatado, el colmado de gracia y de ternura. Él es el resucitado.

En Cristo Jesús, los verbos que expresan la acción misericordiosa de Dios adquieren todos una dimensión de plenitud, de eternidad.

Decimos “en Cristo Jesús”, y decimos bien.

Pero la fe añade, y añade bien: “En Cristo” somos hijos de Dios; “por Cristo” tenemos acceso al Padre; “con Cristo” hemos sido crucificados, hemos sido sepultados, hemos resucitado, y estamos a la derecha de Dios en el cielo.

Y tú, Iglesia convocada a la eucaristía dominical, con el salmista y con Cristo bendices al Señor, pues te reconoces y confiesas compadecida, curada, rescatada, colmada de gracia y de ternura: ¡Resucitada!

Tú te reconoces y confiesas amada con un amor que los ríos no podrán anegar, que las aguas caudalosas no podrán apagar.

Y del amor sólo es digno el amor. El proverbio lo decía de aquella manera: «Amor con amor se paga

De ahí que el de amar sea el mandato que resume todos los mandatos: amar como Dios ama; amar como nos amó Jesús, “hasta el extremo”; amar sin fronteras; amar sin otra medida que la del amor que Dios nos tiene.

Y en ese amor entra el universo entero, la humanidad entera, también el enemigo –el corazón intuye que entra sobre todo el enemigo-.

Hoy lo cantamos con el Aleluya: “Quien guarda la palabra de Cristo, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a plenitud”. Que es como decir: La evidencia de que amamos a Dios es que guardamos la palabra de Cristo Jesús.

Amar, amar hasta que el amor se le haga herida a quien nos odia; amar hasta que el amor dé sentido a la existencia de quien sufre; amar hasta que el amor revele la dignidad divina de los humillados; amar hasta que seamos una evidencia de Dios compasivo y misericordioso; amar hasta que seamos una presencia viva del amor de Cristo Jesús.

Feliz comunión con Cristo resucitado.

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