Perdón desproporcionado para una deuda más que elevada. Y después de ese perdón exigencia desproporcionada para un deudor mínimo, casi anecdótico. Varas de medir desiguales. Distancias infranqueables como el abismo de Lázaro y Epulón. Y aún así esperanza de reconciliación. Perdónanos nuestras deudas…