Es un referente en la vida religiosa. Decir Aquilino Bocos es decir confianza en el don recibido. Ha estado vinculado a esta firma, Vida Religiosa, toda su vida ministerial. Algunos años, en la década de los 70, como director. Cuando ejerció el servicio de gobierno en su congregación como superior provincial y superior general, como impulsor. En estos últimos años, como fiel y esperanzado compañero. En él se manifiesta, con claridad, que lo importante no es el cargo, sino la fe para entregarse a una causa. Ahora celebramos sus cincuenta años de ministerio sacerdotal.
Son muchos años, ha visto casi todo y no ha menguado en nada su esperanza. Cree en este don y en esta misión. Vive el presente con serenidad y gozo; mira al futuro sin miedo; no le ha vencido ni la rutina, ni el desánimo. Tenerlo en el equipo de la revista es no sólo un lujo, sino la garantía de que estamos acompañando a los consagrados en la travesía hacia una nueva vida religiosa por su rigor, alegría y profesionalidad. Ahora, al compartir con la inmensa comunidad de lectores y amigos de la Revista Vida Religiosa sus primeros cincuenta años de ministerio, no estamos dando una noticia de recuerdo, ni un guiño al pasado; estamos subrayando que esta forma de vida tiene futuro, está abierta al mañana y es signo de fecundidad.
Por todo lo vivido y por lo que de la mano de Dios está por venir, ¡gracias Aquilino!
Este es el decálogo que nos ofrece convencido de la peremne actualidad del ministerio y que ha titulado:
Invitaciones que me hago como misionero presbítero
1. Vive con fe tu vocación de misionero presbítero en el misterio de Dios Trinidad y confiesa con alegría tu filiación, tu fraternidad y tu misión. Para Dios eres hijo y, para los hombres y mujeres de este mundo, hermano y servidor de la misericordia divina. Repítete con frecuencia: “Mi espíritu es para todo el mundo”.
2. Vive con gratitud el don del ministerio. Sé dócil en la misión al Espíritu que te ha ungido y enviado para anunciar la buena nueva a los pobres. Identifícate con el proyecto salvador de Jesús: preocúpate por las cosas del Padre y acepta su destino de muerte y resurrección. Sé su testigo y ejerce la profecía del Reino con celo apostólico y con humildad, paciencia y mansedumbre, al estilo de Claret.
3. Vive con gozo la comunión eclesial. Piensa y actúa eclesialmente. Ejerce el ministerio de la nueva alianza, que es misterio de amor, de comunión, de reconciliación y de solidaridad. Fomenta buenas relaciones con las diversas formas de vida cristiana. Colabora con los Pastores y sé amigo de los sacerdotes y de los religiosos de otros institutos. Da confianza a los laicos y edifica la Iglesia en misión compartida.
4. Vive con radicalidad el seguimiento de Jesús pobre, casto y obediente. Entrega tu vida por el Evangelio. Realiza lo que significa tu consagración. Comparte tu vida y misión con tus hermanos de comunidad. Sé libre, honesto, sencillo y disponible.
5. Vive con intensidad la amistad con Jesús y María. Contempla, admira, alaba, da gracias y ora. Revive los sentimientos de Jesús como “hijo y ministro” forjado en la fragua del Corazón de María. Relee la Autobiografía de Claret y asimila las Constituciones.
6. Vive con plena dedicación el servicio misionero de la Palabra. Como discípulo y misionero, escucha, medita y proclama que Jesús vive y nos salva. Esfuérzate para que Dios Padre sea conocido, amado y servido por todos. Trabaja por la verdad y la justicia. Anuncia y denuncia con valentía, pero siempre con amor y nunca con ira.
7. Vive con pasión tu ministerio. Arde en caridad sin quemarte. Imita al Buen Pastor y ofrece agua viva a los que padecen sed de Dios. Escucha los gemidos del pueblo. Sé amigo de los pobres y de aquellos a quienes nadie quiere. Ten corazón de madre y rodea de ternura a los pecadores, a los que sufren, a los maltratados y a los excluidos.
8. Vive con fidelidad creativa tu ministerio. Intenta conocer bien al hombre de hoy, su cultura, sus costumbres y sus aspiraciones. Acepta y conjuga las diferencias. Frecuenta el futuro y mantén abierto el diálogo y el discernimiento. Sé lúcido, estudia y prepárate para dar respuesta a los desafíos que se te presenten.
9. Vive con confianza en Dios, en los otros y en ti mismo. La Palabra de Dios y la cercanía al pueblo, la oración, la convivencia fraterna y el acompañamiento espiritual son tus mejores apoyos para crecer. Mantén una mirada positiva sobre el mundo, la Iglesia, la Congregación y la comunidad en la que moras.
10. Vive con paz y sosiego cada día, sin dispersión y buscando en todo la armonía en tu corazón y a tu alrededor. Mira hacia delante, camina con esperanza y contagia el amor.
Confesión
El don que recibí hace 50 años me abrió los ojos, el corazón y las manos. He mantenido una certeza: “Sé de quién me he fiado” (2Tim 1, 1). Cuanto más insisto en invitarme a ser auténtico misionero claretiano presbítero, mayor es la distancia. Pido perdón por el retraso y sólo os ruego que juntos demos gracias. Cantemos el Magníficat.