Amada, predilecta, hija de Dios

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El ciclo litúrgico de la Navidad se va, pero la Navidad se queda: Se queda el que ha nacido para ti, se queda para siempre tu salvador.

Si le preguntas por él a su madre, te enseñará a admirarte de su misterio y a guardar en el corazón lo que contemplas.

Si preguntas a los pastores: “¿a quién habéis visto?, ¿quién se ha aparecido en la tierra?”, te dirán que han visto a un recién nacido, y a los coros de ángeles alabando al Señor.

Si preguntas al justo Simeón: ¿a quién tomaste en brazos, a quién viste aquel día en el templo de Jerusalén?, te dirá: mis ojos han visto al salvador que viene de Dios, la luz que ha de alumbrar a todas las naciones, la gloria que envuelve para siempre las tiendas del pueblo de Dios.

Pregúntale ahora a Juan, y te dará su testimonio: “He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: «Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo». Y yo lo he visto y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.

Pregúntale al profeta, y él le dará sentido nuevo a las palabras del antiguo oráculo: “Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero”.

Pregúntale al salmista, y te dirá: Él es la paz con la que el Señor ha bendecido a su pueblo.

Ahora acércate al Jordán y verás que la luz que iluminó la noche santa de Navidad, entra en las aguas para purificarlas; la gloria que en aquella noche llenó el cielo, entra hoy en el río para santificarlo; el que en aquella noche nació para bautizarnos a todos con Espíritu Santo, pide hoy ser bautizado con agua.

Fíjate: el elegido, el preferido, el amado, el predilecto, el Hijo, entra en el río donde se bautizan los pecadores, entra en tu río, entra allí contigo, Iglesia cuerpo de Cristo, para que con él salgas de allí limpia, purificada, santificada, hermoseada, inmaculada…

Ése es el asombroso misterio de este día: Cristo ha bajado contigo a tu muerte para que subas con él a su vida.

Ése es el misterio de la eucaristía que hoy celebras: Cristo viene a ti, y tú te reconoces en Cristo elegida, preferida, amada, predilecta, hija de Dios.

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