Navidad sin Cristo

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La cita es de un periódico digital: “Según los datos facilitados a Efe por la Guardia Civil y la Cruz Roja, el asalto, protagonizado por más de 250 inmigrantes, ha sido muy violento y ha dejado numerosos heridos en los dos lados de la valla, así como dos muertos”.

La realidad es que se trata de 250 inmigrantes que, en la madrugada del jueves 24 al viernes 25 de diciembre, desde Marruecos, intentaron entrar en Ceuta saltando la valla que cierra la frontera. Si quieren, pueden añadir que esos inmigrantes intentaron entrar de forma ilegal en el territorio de la ciudad autónoma, pueden decir que esos emigrantes carecen de papeles que les permitan pasar normalmente la frontera. Pero, sin violar gravemente las normas de la decencia informativa, no pueden decir que “el asalto ha sido muy violento y ha dejado numerosos heridos en los dos lados de la valla, así como dos muertos”.

Esa información es engañosa, he de suponer que intencionadamente engañosa, pues insinúa que la violencia de los emigrantes ha causado heridas a otras personas, y asocia con esa supuesta violencia “en las vallas” la muerte de dos emigrantes “en el mar”.

En realidad, los emigrantes son quienes sufren de manera continuada la violencia de las leyes, de las fuerzas del orden, de la sociedad; y señalarlos a ellos como violentos, además de una crueldad y una infamia, es una repugnante deformación de los hechos. Y si esa información engañosa procede de las fuerzas del orden, he de temer que con ella se intente ocultar, si no justificar, excesos en el desempeño de su cometido institucional.

Repugna esta navidad de ricos, que esconde a los pobres y desprecia su angustia. Repugna esta navidad de luces, que nos ciegan para que no veamos a los que sufren. Repugna esta navidad sin Cristo, sin paz, sin salvación, sin esperanza para las familias sagradas de todos los caminos. Repugna esta navidad de tantos que cierran los ojos para no ver a Cristo en los heridos y en los muertos de nuestras fronteras.

Mientras los pobres luchan por un futuro digno y justo, mientras se preparan para sufrir mañana nuevas heridas o ser contados entre los muertos, mientras continúan mendigando pan porque ya han desistido de reclamar justicia, los dueños de sus vidas hablamos de economía, razonamos con fórmulas de rentabilidad, y rebajamos esa humanidad verdadera al rango de mercancía.

Lo dijo Juan Pablo II: “La condición de irregularidad legal no permite menoscabar la dignidad del emigrante, el cual tiene derechos inalienables que no pueden violarse ni desconocerse”.

En las cuchillas de nuestras vallas fronterizas no quedan sólo jirones de ropa y rastros de sangre de unos emigrantes: allí quedan, a la vista de todos, los restos de una civilización en decadencia, si no quedan también los de un cristianismo paradoxalmente extraño al evangelio, que se alarma por una cabalgata de Reinas, pero no se inmuta por una navidad de Cristos desangrados o ahogados en nuestras fronteras, por una navidad sin Cristo.

Ayer nació el Señor en la tierra, para que hoy los pobres tuviesen una esperanza.

Feliz Navidad.

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