Comunidad de pobres que esperan a su Señor:

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Somos pobres con esperanza. Y porque vivimos en esperanza, decimos: “Ven Señor Jesús”.
Queridos:
El evangelio habla de futuro, de espera del Señor. No sabemos en qué hora de nuestra noche él volverá. Sólo sabemos que hemos de esperarle.
¿Qué se nos dará con el Señor que llega? Se ceñirá, os hará sentar a la mesa y se pondrá a serviros. Esperamos al Señor, y abriremos al que viene para servirnos, al que nació para ser nuestra paz, vivió para hacernos ciudadanos del reino, murió para ser nuestra vida.
¿Qué nos ha dado el que vino para servirnos? Nos ha dado gracia, nos ha dado santidad, nos ha dado su paz, no ha dado su vida, la vida de Dios, nos ha dado su Espíritu, nos ha dado su luz, en realidad todo se nos ha dado cuando a nuestros pies se puso para servirnos el Señor nuestro Dios.
De todo esto ya goza la comunidad, todo lo contempla ya en la fe, y cada uno de nosotros puede quedarse asombrado delante de Dios, asombrado, agradecido y humilde, considerando los bienes del cielo que han inundado nuestra vida simplemente porque el Señor nos ha amado y se ha hecho nuestro servidor.
Y todos podemos ahora soñar cómo será nuestro encuentro definitivo con el Señor. ¡Cuando él venga! Es una venida ansiada, deseada: “Ven Señor Jesús”. Y en la Eucaristía de este domingo, de alguna manera anticipamos ese encuentro dichoso, pues ya escuchamos la palabra del Señor, ya lo recibimos en una comunión de fe y de amor. Hoy el Señor viene, se queda con nosotros en la vida, se queda con nosotros amándonos, se queda con nosotros para que le amemos. Claro que aquel a quien recibimos aquí como palabra que escuchamos y eucaristía que comulgamos, es también aquel a quien deseamos acudir en los pobres que están con nosotros. También allí le decimos: “Ven Señor Jesús”. Necesitamos encontrarte, abrazarte, cuidarte.
Propia del tiempo de espera en que vivimos es la atención, la vigilancia. Jesús hace una comparación sorprendente: “Si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete”. Es como si la venida del Señor, llena de bienes para su Iglesia, para cada uno de vosotros, tuviese algo de peligroso, amenazante, supusiese un riesgo, el riesgo de que aquella venida nos sorprenda, nos encuentre desatentos. Por eso, para la comunidad que vive en la esperanza, es irrenunciable la atención: ¡Velar en oración. “¡Ven Señor Jesús!” Que la venida del Señor no nos sorprenda de modo que nos quedemos fuera de la esperanza.

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