ATESORAS LO QUE DAS

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XVIII DOMINGO DEL TIEMPO – CICLO C

La palabra proclamada en la celebración eucarística de este domingo resulta inquietante más que sorprendente, pues deja en carnes vanidad de proyectos e inconsistencia de realizaciones: nos enfrenta a la verdad de las cosas.
Todos somos ese hombre que, trabajando con destreza, con habilidad y acierto, tendrá que legar su porción a quien no la ha trabajado. Todos somos ese hombre que se afana bajo el sol, para terminar constatando que de sus afanes nada ha sacado que valga la pena.
Este Predicador que nos alerta no es un pesimista, es sencillamente un sabio. Necedad sería que alguien se postrase ante dioses que no pueden salvar, y pronunciase su oración ante ídolos de madera que tienen oídos y no pueden oír. Pero que alguien ponga el corazón en la riqueza, resulta idolatría mayor y devoción más necia, pues a ese tirano que no ve, no oye, no toca, no habla, el hombre habrá entregado “de día, dolores, penas y fatigas”, y de noche, por servirlo, habrá negado al corazón el descanso.
Sueña el hombre con el día en que pueda decirse a sí mismo: “Tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida”; sueña y confía a la publicidad sus sueños: “Deja de preocuparte, disfruta de la vida”. Pero la verdad lo amonesta y le recuerda: “Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?”
Riqueza que permanece y te hace rico ante Dios es la palabra de tu Señor, son los sacramentos que celebras, es el Cuerpo de Cristo que recibes, es el amor de Dios derramado en tu corazón con el Espíritu Santo que se te ha dado.
Riqueza inestimable para ti, Iglesia santa, quiso el Señor que fuesen los pobres, los abandonados al borde del camino, los sin voz, sin derechos, sin papales, sin futuro, los invisibles para quienes nadie reclama siquiera un día de orgullo.
Algo me dice, Iglesia amada del Señor, que tu riqueza es Cristo –a quien escuchas, con quien comulgas, de quien cuidas-, y que multiplicas para la eternidad lo que en el tiempo distribuyes a los pobres.