NI ESCANDALIZARNOS DE LOS JÓVENES NI ASUSTARNOS DE LOS CAMBIOS QUE IMPRIME LA CULTURA

0
1661

«Nuestro mayor servicio a la fraternidad universal es el testimonio de una hermandad honesta en nuestra propia comunidad» Fray Abel de Jesús, Carmelita descalzo y YouTuber

¿Qué hace un «chico como tú en un sitio como este»? ¿Qué has venido a buscar a la vida consagrada?

Lo que me movió a entrar a la vida consagrada no fue otra cosa que mi torpe y apasionado deseo de responder al amor de Jesús, que me llamó y me esperó. Solo eso. Mi mayor ansia era conseguir una alternativa de vida, una radicalidad en la consagración. Deseaba un cambio de camino que me llevara de manera directa hasta sus brazos.

¿Qué sueñas cambiar en la vida consagrada?

Desearía que la vida consagrada no se resigne a morir. Si morimos, que muramos de pie, no en la cama. Corremos el riesgo, natural y hasta inevitable, de geriatrizarnos. Eso no puede pasar. La vida religiosa tiene el deber de no escandalizarse de los jóvenes y de no asustarse de los cambios que imprime la cultura en las nuevas generaciones. Además, hoy más que nunca los jóvenes necesitan de una alternativa real, diferente, radical, martirial… Si lo único que pudiéramos ofrecer, llegado el caso, fuera una mezcla de irritación y acostumbramiento a la cultura, entonces no creo que eso suscite muchas vocaciones, la verdad. Creo que la vida religiosa tendría que redescubrir la fuerza de la consagración, acogedora y contracultural al mismo tiempo. Cuanto más afianzadas estén nuestras convicciones, mayor margen de maniobra tendremos para afrontar los desafíos excepcionales que nos van a tocar afrontar en adelante.

¿Qué es lo que más te atrae de tu orden?

Lo que más me atrae de mi orden es, sin duda, la gran capacidad que tiene para acercar a las personas a la relación con Jesús, el Señor. El encuentro con su Humanidad es, para nosotros, la fuente de la contemplación y de la misión, siempre desde la vivencia de la comunidad. No me imagino en un lugar mejor, la verdad.

Acabas de ganar el III Premio de Ensayo Teológico Joven PPC con tu texto: «Internet y vida contemplativa», que además se publicará ahora en marzo. Háblanos del libro. ¿Qué pretendes con él?

Mi intento ha sido aportar materiales para los discernimientos personales y comunitarios, desde mi propia experiencia y reflexión, en relación al tema de internet en la vida contemplativa. Es necesario tomarse esto muy en serio, y quizá no lo hemos hecho con el debido detenimiento. Internet, a pesar de ser una fuente de posibilidades para la vida religiosa, tantas veces se convierte en un agente de parálisis y mundanización.

¿Aprovechamos bien los consagrados las redes sociales? Danos un consejo…

¡Uy! Hay mogollón de consagrados haciendo una labor increíble en el continente digital. Son la caña. Veo muchos intentos, y grandes logros. Yo me siento muy unido a todos lo que lo intentan, sea como sea, pues comparto su suerte y sus preocupaciones. Lo peor es quedarse mirando al cielo, esperando que caigan las vocaciones, y lamentando que no las tengamos… y criticando a los que lo intentan. Ahora bien, creo que, en términos generales, necesitamos un muy buen repaso formativo en comunicación, y esto está un poco pendiente. Mi mayor consejo es primar el testimonio de consagración sobre cualquier otra cosa. También evitar la polarización, el conflicto innecesario, la hiperactividad, la hiperconexión, el culto al yo, la mundanización gratuita, las formas ingenuas o inapropiadas…

¿Es posible la vida comunitaria?

Pues yo diría que sí. La vida religiosa puede haber aflojado en muchas cosas, pero cuando veo comunidades me da un “nosequé” de emoción en la barriguita. No es fácil vivir en comunidad, menos hoy en día, pero lo estamos consiguiendo, y estamos dando, a pesar de nuestras miserias, un gran testimonio de vida comunitaria. Me emociono, sobre todo, al ver a hermanos jóvenes cuidando de los ancianos, en su comunidad. Nuestro mayor servicio a la fraternidad universal es el testimonio de una hermandad honesta y verdadera en nuestras propias comunidades.

¿Cómo estás viviendo este tiempo de pandemia? Coméntanos algo que has descubierto y que es una oportunidad para una nueva vida consagrada.

Bueno, la pandemia nos ha enseñado muchas cosas. Pero, como siempre, corren el riesgo de ser olvidadas en cuanto todo esto se pase. El ser humano es así. Yo, personalmente, he descubierto que el mundo es frágil, que la sociedad no nos ofrece certezas indelebles, ni siquiera un suelo donde apoyar los pies. Hasta la ciencia, que parece hoy lo más firme y objetivo, ha necesitado su tiempo para recuperarse del golpe a su pretendida hegemonía y al ideal utópico hacia el que la habíamos proyectado. Solo Jesús es el mismo ayer y hoy y siempre (Hb 13,8). ¡Pongamos en Él nuestra esperanza!