CUARESMA, EXPERIENCIA DE DIOS

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Esta Cuaresma, como la del pasado e inolvidable 2020, está siendo distinta. En realidad, casi todo es ya distinto. La conmoción de un virus microscópico ha sacudido nuestra vida, la de antes de 2020, como una tormenta sacude un árbol cargado de frutas: caen muchas, buenas y malas, maduras y todavía en proceso. No entiendo que podamos vivir esta cuaresma fuera del marco y el engrudo de la covid. La gente sigue asustada, -al menos una buena parte de “la gente”-, perpleja, cansada, con “fatiga covid”. ¿Cómo predicar la Palabra ignorando esta inmersión en el sufrimiento, la tristeza y la incapacidad de reaccionar de una forma más eficaz, más personal, más voluntaria? ¿cómo vivir esta cuaresma 2021 sin sentirnos comprometidos, inmersos, preocupados por “la que está cayendo”? A veces, en nuestra Iglesia, tenemos la tentación de huir de la realidad, la “fuga mundi” famosa, y seguir acorazados en palabras seguras, repetidas mil veces, en consejos manidos, en guiones preestablecidos, diseñados para cada momento. La “realidad” que vivimos no siempre coincide con “la realidad” que predicamos, transmitimos, evangelizamos…

Estamos viviendo una cuaresma que trasciende los sectores eclesiales, que “va dirigida” a todos los seres humanos. Una cuaresma “laica”, “secular”… ¡parece contradictorio! Y, por supuesto, era algo impensable para todos  “antes de Wuhan”. Hay “clima de cuaresma” y “ansias de pascua” a todos los niveles, en todos los ambientes o grupos sociales; una realidad “cuaresmal”, de desierto, o de invierno, o de hospital, o de tanatorio, o de pfizzer o astra-zeneca, o de puesta entre paréntesis, y una ansiedad -que lleva a irresponsabilidades- por “vivir” prematuramente la eliminación todavía tardía del virus-, por “disfrutar frívolamente de la vida”, por abrazar a nuestros queridos seres humanos. Sería querer anticipar la Pascua saltándonos la Cruz de la pasión y el sufrimiento (lo de Pedro en la Transfiguración: “quedémonos aquí, que se está muy a gusto”).Es una reproducción, ni buscada ni posible desde ningún proyecto o plan pastoral, de una cuaresma “obligada y generalizada” y una espera (camino, tránsito, peregrinaje) hacia una pascua soñada y anhelada como nunca antes, pero que siempre pasa, necesariamente por el camino de la cruz. ¡Es “curioso”: toda la Humanidad  en cuaresma esperando la pascua, cristianos y no creyentes, de derechas y de izquierdas, musulmanes y budistas, ricachones y pobres “de solemnidad”,  con las mil ideologías del mundo de hoy…. Todos “unificados” o pasados por un mismo rasero “impuesto” por…. ¡evidentemente, no por Dios! ¡Por favor, no por Dios!

La experiencia del Dios auténtico es la clave de muchas de nuestras incertidumbres y desvelos eclesiales, pastorales, personales incluso. Sin experiencia de Dios no hay vida cristiana; puede haber “religiosidad difusa o mágica”, costumbrismo sociológico, consumo voraz de sacramentos como píldoras de no sé qué, fe “heredada” y arrastrada por la rutina “de toda la vida”, ideologías disfrazadas de un pseudo-evangelio, retahíla de verdades dogmáticas poco o nada vivenciadas ni meditadas, éticas y morales de todo pelaje, y rituales… los rituales que necesitamos todos los seres humanos para simbolizar, celebrar o “dramatizar” los tiempos y acontecimientos centrales y singulares inevitables en las vidas humanas. Pero todo esto, y mucho más, no llega a ser experiencia honda del Dios donador de Vida que nos mostró Jesucristo. Y por eso, un año más, pero de un modo  muy diferente, atrevámonos a descubrir a Dios en “las cosas que pasan”, en la gente que sufre, en los millones de muertos a escala planetaria, en los interrogantes y desasosiegos que produce un virus. Porque, obviamente, también desde la experiencia singular que padecemos, se puede “experimentar a Dios” como Dios misericordioso, como Dios Padre y Creador, como Dios siempre Misterio, como Dios que acompaña desde un silencio cómplice con el sufrimiento humano que a veces resuena como una Voz clara, incuestionable e inevitable “por las cosas que están pasando”. Que son “cosas” que a Dios no le traen sin cuidado. Lo tienen preocupado.