Fernando Millán,Prior General
de la Orden del Carmen.
«Hay que tener el coraje de tomar decisiones difíciles ahora»
Fernando Millán es un hombre todavía joven, pero no mayor, con experiencia y recorrido, pero también con vitalidad para acometer los grandes desafíos que pide la vida religiosa hoy. Se nos presenta seguro en sus convicciones más hondas y, a la vez, abierto a la sorpresa del Espíritu. Apuesta por una vida religiosa valiente y atrevida que sepa encontrar su sitio en este tiempo y que sea capaz de rescatar también lo mejor de su historia. Palabras como sinodalidad, formación, fraternidad, entrega, fascinación… componen el glosario del Prior General de la Orden del Carmen.
Acaba de ser reelegido para un nuevo periodo de gobierno. ¿En qué han cambiado las cosas?
Ahora tengo un conocimiento mucho mayor de la realidad global de nuestra Orden que se halla extendida por 41 países. Se trata de situaciones, retos, problemáticas y procesos muy diversos. No obstante, como señalaba Aquilino Bocos en una hermosa conferencia que dio a la USG en 2003, no hay que perder la capacidad de sorpresa, el humilde interés por aprender y por conocer mejor la realidad del instituto en cuestión. Él decía literalmente: “Estar vigilante y dejarse impresionar y conmover ante la novedad que emerge por doquier”. Para mí, esa capacidad de sorpresa es casi una consecuencia inmediata de nuestra fe en el misterio de la encarnación. Quien no piense que la realidad, la vida, los hermanos, las comunidades… le pueden sorprender, no solamente es un pesimista o un orgulloso, sino que además es un ateo, que no cree en que Dios se ha encarnado en nuestro mundo y en que, por tanto, hasta la realidad aparentemente más estéril encierra el misterio de la gracia y de la salvación.
Hace seis años comenzábamos nuestro período de gobierno con la encíclica del Papa Benedicto XVI, Spe Salvi. Ahora hemos comenzado con la llamada fuerte e insistente del Papa Francisco a la misión y a hacernos presentes, como carmelitas, en medio de las fronteras existenciales de la vida. En ambas situaciones he querido ver un signo de lo que la Iglesia nos pide al Carmelo hoy, en este momento histórico concreto. De hecho, en el Capítulo General de 2007, el tema más tratado fue el de la esperanza. Se percibía un cansancio y cierto hartazgo de los discursos derrotistas y agoreros sobre el Carmelo y la vida religiosa en general. No queríamos quedarnos en las estadísticas apocalípticas (que hay que tomar muy en serio, ojo) sino trasmitir una palabra de ánimo, de esperanza e incluso de afecto por nuestros carmelitas, especialmente en aquellos países donde la vida religiosa se encuentra en una crisis seria de vocaciones o de cualquier tipo. En este Capítulo General 2013, el tema central ha sido la misión. El Carmelo ha crecido bastante en los últimos 20-25 años y estamos en muchos países donde nunca estuvimos antes. Hemos querido reflexionar con seriedad, no tanto (o no sólo) sobre el tema de “las misiones”, sino sobre “la misión” del Carmelo hoy. El Papa Francisco, en el mensaje que nos envió al Capítulo General y que ha sido reproducido en muchos medios de comunicación, nos insistía en este aspecto y así lo hizo en el encuentro personal que tuvimos con él.
A nivel numérico, nuestra Orden se mantiene más o menos en los mismos números desde hace varios decenios, pero lógicamente, zonas como Europa o Norteamérica van perdiendo la preponderancia, mientras que el Carmelo crece con fuerza en África, América Latina y, sobre todo, en Asia. De hecho, Indonesia es, desde hace ya varios años, la mayor provincia de la Orden y hay realidades (India, Filipinas, Vietnam…) que tienen ya su propia historia, que han alcanzado una gran madurez (canónica, carismática, misionera) y que se abren con mucha vitalidad al futuro. Ello, lógicamente, va a suponer un enriquecimiento para toda la Orden. El Carmelo, en sus ocho siglos de historia, ha pasado por circunstancias de todo tipo. Nacidos como eremitas penitentes en Tierra Santa, fuimos incorporados a los mendicantes al volver a Europa y hemos participado en los avatares y en los grandes retos que la Iglesia ha vivido durante estos ocho siglos. Creo que tenemos una sana capacidad de adaptación que ha permitido mantener vivo el carisma fundacional y en los próximos años el Carmelo asiático, africano, latinoamericano van a tener mucho que decir.
Procede del mundo académico… ¿Hasta qué punto la formación es un aspecto crucial para la vida religiosa de este tiempo?
Efectivamente, he dedicado una buena parte de mi vida a enseñar sacramentos en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, y ha sido una experiencia fascinante. La formación es un aspecto fundamental, esencial para el presente y el futuro de la vida religiosa. Nos jugamos en ello el futuro. Ciertamente no se trata de una formación meramente académica o intelectual, aún siendo éste un elemento importante. Hablamos de formación en un sentido más integral (humana, espiritual, intelectual). Creo que la formación significa una forma de ser y de estar en el mundo: estar abiertos, ser maleables, flexibles, receptivos, mantenernos jóvenes. Es la actitud del discípulo, del creyente responsable y, a fortiori, del religioso. En este sentido hay hoy en nuestra Iglesia una cierta tentación a un “fideísmo” rancio, a una actitud pietista o incluso a un mal disimulado clericalismo que lleva a pensar que el consagrado o el ordenado no necesitan estar (¡continuamente!) en actitud de formación. (Seguir leyendo en Vr 115,9 – Nov.2013 –)