DEJARSE PARAR…

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(Teresa Comba). Comienza un año y con él, nuevas posibilidades para estrenar una vida llena de vitalidad. Sin embargo, a menudo, en la vida religiosa, andamos muy cargados de trabajos, responsabilidades y en muchos casos no acertamos a vivir esto con serenidad. Llenos de generosidad y buenos deseos, nuestras vidas experimentan, sin embargo, mucha sequedad y mucha carga.

Los peques con los que trabajaba me preguntaron una vez: –Teresa, y a ti ¿cuándo te dan vacaciones de monja…? –Reconozco que me quedé helada. ¿Será que nos ven así, como si en lugar de vida religiosa, nuestra opción fuera un trabajo religioso (ya sea laboral, voluntario, parroquial, catequético…)? ¿Somos personas o en cierto modo nos estamos volviendo  trabajadoras religiosas? ¿Damos testimonio de que nuestro centro afectivo y de nuestra acción es Dios, el Dios de la vida y del amor? ¿o se están convirtiendo las ocupaciones en el eje que orienta nuestra vida…? Cuando paramos, a veces constatamos cómo las cosas más importantes de nuestra vida pueden quedar relegadas a un segundo plano: El cuidado de nuestros hermanos o hermanas de comunidad, de la amistad, de nuestros seres queridos, de aquellos con  los que trabajamos o a los que entregamos nuestro tiempo.

Por ello, hace algunos años, unos cuantos creyentes, religioso, religiosas y sacerdotes vinculados a Cáritas nos planteamos generar una formación que facilitara entre los voluntarios una Espiritualidad de la Ternura. ¿Qué pretendíamos con ello? Simplemente que pudieran releer desde la fe las experiencias de encuentros con las personas de los proyectos a las que acompañaban. Que pudieran parar, hacerse conscientes de esas vivencias y escuchar qué es lo que Dios les iba diciendo con ellas. Así las experiencias alimentarían la fe y la llenarían de sentido y la fe podría iluminar las vivencias de alegría, tristeza, impotencia, esperanza… etc., que experimentaban cada día.

Esta, por lo tanto, es la propuesta para esta sección, que iniciaremos dejándonos  parar: por Dios, que, como dice santa Teresa, no se cansa de esperarnos y por los que se acercan a nosotras y nosotros. Espiritualidad, como espacio para, junto a Dios, en la quietud de su

Amor, y al calor de su Palabra, mirar los encuentros de cada día: escuchar sus guiños, expresarle nuestras vivencias y sentimientos, del tipo que sean, reconocer sus cuidados a través de tanta gente buena que nos acompaña, y obedecer confiadamente sus sugerencias. ¡Feliz año nuevo!