En estas líneas recogeremos cada mes algunas de las inquietudes reales y hondas de los jóvenes de nuestro tiempo. Las que suponen dudas y las que se convierten en certezas para las nuevas generaciones. Las que se manifiestan en conversaciones tranquilas y las que se vuelven incómodas. Nos preocupará especialmente escuchar su voz, la voz de chicos y chicas, creyentes y no creyentes, al tiempo que valoraremos la respuesta que la Iglesia les ofrece. Y queremos realizar esta tarea desde la clave del cambio, porque también nosotros estamos convencidos de que las cosas pueden cambiar.
Este mes comenzamos, a modo de presentación, preguntándonos sobre el cambio. Y cambiar es dejar una situación para tomar otra. Pero a esta definición debemos sumarle que el cambio es una necesidad natural propia de la vida, del ser humano y de sus estructuras. El cambio supone transformación, camino, proceso, evolución y vida. Sin embargo, el cambio da vértigo porque supone también riesgo, incertidumbre, incomodidad, esfuerzo… y, a menudo, estamos muy cómodos en nuestra “zona de confort”.
Ahora bien, si se da conscientemente, un cambio debe mejorar la situación anterior; y a esto se denomina técnicamente “innovación”. Esta es la clave que guiará nuestras aportaciones. ¿Cómo podemos innovar en la pastoral, en la reflexión teológica, en la moral o en la misión de la Iglesia, por ejemplo, para que responda más y mejor a las inquietudes de los jóvenes de hoy? ¿Qué debemos cambiar para que mejore la relación actual entre la Iglesia y los jóvenes? ¿Cómo debemos afrontar este cambio para que no suponga renuncia de los valores evangélicos? ¿Cómo podemos llevar a cabo esta innovación para que toda la Iglesia la viva en comunión?
Nos espera una tarea apasionante…