martes, 30 abril, 2024

UN LIBRO NECESARIO PARA LOS RELIGIOSOS Y RELIGIOSAS DE HOY

Tombilla Martínez, Miguel, Tiempos pequeños. Relatos de evangelio en un mundo con prisa, PS, Madrid 2018. 212

Aparentemente inconexos. Vitalmente plurales. Sensaciones, visiones y ofrendas. La vida el ser humano del siglo XXI está definida por una cámara digital que capta en el instante y, en él, infinidad de imágenes que, en realidad, tienen mucho que ver desde su vinculación con la eternidad.

Miguel Tombilla es un religioso original y nuevo. Alternativo, no convencional en quien se significa de manera clara que las grandes convicciones no necesitan ideas fuertes y menos estables. Es testigo del cambio porque pertenece a la sociedad del cambio, de la Iglesia del cambio y de la vida consagrada que cambia. Hace una lectura de nuestro tiempo esperanzada. Combina la maestría del instante con la fuerza de la eternidad, dejando en cada acercamiento a la Palabra –su pasión– un espacio abierto para que quepan en ella tantos estilos como personas hay en el mundo.

No responde su itinerario a un espacio cerrado donde si entras te acomodas. Propone espacios abiertos en los que entras y creas. Se manifiesta convencido de que la llamada a la fraternidad de nuestro Dios no solo es universal y posible para todos, sino que entiende su vida como una ofrenda de fraternidad proponiendo que cada quien, solo tenga una obligación, ser quien Dios-Padre quiere que sea.

Responde a la perfección el presbítero claretiano, Miguel Tombilla, al perfil de alternativo. No por la búsqueda de la ruptura, cuanto por su asomarse a la utopía. Pertenece a la generación de quienes sueñan que otro mundo es posible y lo expresa en su forma de orar, celebrar y compartir. Tiene la misma valentía para escuchar y compartir camino con quienes vamos dejando en los márgenes de la vida, que con comunidades religiosas, sean ancianas o jóvenes, que celebran con esperanza que la Palabra transforma la vida cuando uno se deja hacer.

Miguel es un hombre de distancias cortas. Cada uno de sus textos consigue el milagro de estar pensado para ti. Conecta con la necesidad de crecimiento evangélico más íntimo porque no parte del «deber ser», sino de la infinita posibilidad que Dios ofrece a cada vida con su historia; su pecado y su gracia. Detrás de una premeditada informalidad, en Miguel encontramos un verdadero texto místico de nuestro tiempo. Al lado, o en medio, de las redes, aparece la vida sencilla, los ejemplos del campo o del mar, tejidos desde la visión de transcendencia de entender la vida del ser humano de la mano de un Dios que nunca se ha desentendido de la «batalla de su pueblo».

Lo suyo son relatos de evangelio para un mundo con prisa. Para un pueblo de Dios que vive su pertenencia en la realidad de la calle. Lo suyo es un sueño de fraternidad muy claro y unido, pero con pocas formas convencionales de vinculación. Propone, sin miedo, nuevas formas de comunitariedad y presencia evangélica que son nuevas porque no parten de las preguntas de pureza, sino de la ofrenda de posibilidad. Lo suyo es un mensaje que no excluye porque cuenta con todos y cree en todos.

Si hay algo que caracteriza este libro es que leyéndolo se respira. No es una propuesta sistemática de transformación, es una intuición de nueva visión. Si algo invade la intención del autor es devolvernos a la verdad de la vida, superar la ficción, acabar –sin agresividad– con formas caducas para inaugurar espacios de fraternidad vírgenes donde, en verdad, la persona es valiosa por ser persona, por haber hecho su búsqueda, tener su itinerario y anhelar su verdad. Es, en este sentido, un buen estímulo para una sociedad y una Iglesia en salida. Porque explícitamente renuncia a lo convencional para acercarse a «la sorpresiva sorpresa de Dios» que está proponiendo caminos nuevos de discipulado.

Las palabras de Miguel, como su vida, no dejan indiferentes a nadie. A quienes tenemos miedo ante el anuncio del fin de lo convencional nos desconciertan. A quienes por años han sentido que han vivido solos o solas una pertenencia no reconocida, los conforta. A quienes consideran el itinerario de la Iglesia una propuesta del pasado, les abre la esperanza de una construcción contemporánea. A la vida religiosa, en general, le ayuda a poner nombre a situaciones que está viviendo y que la inercia no le permite cambiar. Pone en texto lo que es un latir en el corazón de quienes siendo de la cultura que sean y de la edad que tengan, necesitan cuando quieren dejar al Maestro Jesús decir su palabra, hacer su propuesta o contar una parábola que mueva.

Miguel Tombilla contribuye con esta obra a remover nuestros cimientos de seguridad. Lo suyo no es derrumbar para construir algo más grande que provoque admiración, sino permitir que, entre el sol de la normalidad, la luz del día que nos devuelva el gran principio en el que se sustenta la fe: la vida merece la pena cuando se da amor y desde esa donación se recibe amor. La soledad, tan presente en nuestro tiempo, aún atenuada con la aparente complementación de la vinculación en red, debe encontrar una respuesta y es la ofrenda de fraternidad. Algunas personas en nuestro mundo, antes de esperar recibirla, ofrecen, sin descanso, una visión de la fraternidad que recuerda a todos que, ante todo y, sobre todo, somos compañeros de camino en una aventura apasionante como es la vida. Miguel, como misionero y autor de esta publicación, no se propone otra cosa; que tú y yo celebremos que se nos anuncia un mañana todavía, lleno de posibilidad.

Quiero agradecer el esfuerzo del autor por acercarnos una palabra de Evangelio muy próxima a la gente, a la calle, a la protesta… pero también a la celebración, a la comunidad y a la Iglesia. Porque en su corazón no hay espacios rotos, sino gritos de encuentro y lo que necesita nuestro tiempo es personas que, sin descanso, gasten su vida en acercar, tender puentes y reconocer a quien piensa distinto. Y ese es un don que Dios tiene reservado a algunos, como Miguel, que saben que piensan diferente, por eso no dogmatizan ni imponen.

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