MIRADA CON LUPA: «LOS SUPERIORES GENERALES SE TOMAN EL PULSO»

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Día 2 de febrero, Jornada de la Vida Consagrada

Los superiores generales se toman el pulso

Se cumplen dos años de la clausura del Año de la Vida Consagrada. Este año, la Jornada de la Vida Consagrada propone como idea guía «ser encuentro con el amor de Dios», una expresión que, sin duda, indica la identidad y misión de los consagrados en medio del mundo. Su vocación «inter».

Con tal motivo, la revista Vida Religiosa, ha querido conocer, de primera mano, cómo están las cosas, cómo se están viviendo y qué eco producen, en el día a día de los consagrados las máximas, los textos y la reflexión que está haciendo la vida consagrada sobre sí misma en este momento de su historia. Por eso nos hemos puesto en contacto con algunos superiores generales. Ellos y ellas nos han abierto, de par en par, las puertas de su vida y los hemos descubierto esperanzados, sinceros y sin temor de ponerle nombre a lo que ven y viven. Nos han dejado titulares que los diferencian, pero también la expresión de que desde los diferentes carismas y acentos se está viviendo lo mismo y es el momento de trabajar en la unión y cooperación con el Gran Carisma que es el don del Espíritu que sueña nuevas todas las cosas.

Maria Inez Furtado, superiora general de las Jesuitinas, nos dice con claridad que «el reto de este tiempo es aprender a amar (integrar) la minoridad o pequeñez». Ha pasado un tiempo, no tan glorioso como alimenta nuestro recuerdo, pero sin duda muy diferente al actual. Pedro Aguado, superior general de los Escolapios, por su parte, insiste en la raíz de los consagrados de este siglo que no es otro que la Misión, «ese es el auténtico eje de renovación», apunta. Fernando Millán, superior general de la Orden del Carmen, señala que el reto de este momento es recuperar la clave contemplativa, porque desde ella, «siempre se intuye la presencia de Dios», ofreciendo sí un rasgo, a nuestro modo de ver, esencial sobre la misión de la vida consagrada, y es tomar conciencia de que «lo nuestro no es ser solucionadores de cosas, sino formar parte de la solución y armonía de nuestro mundo». En la misma línea se expresa Alejandro Moral, prior general de los Agustinos y, además, nos dice que «tenemos demasiadas actividades y pocos lugares para la contemplación». ¿Estará indicando que la misión para este siglo XXI de los consagrados consiste en ofrecer nuestra vida como cercanía del Espíritu?  Las religiosas de la Pureza de María representan un contrapunto vocacional muy sugerente. Su superiora general, Emilia González, nos indica que para ella es sustancial preguntarse cada día cómo responde al don recibido y si en verdad expresan ese «ser ‘expertas’ en la escucha de Dios que las convoca a una fraternidad nueva». El superior general de los Claretianos, Mathew Vattamatam, nos dice que quizá la situación más delicada es cuando falta visión y desde ahí se opaca la luz de la misión. Por ello, subraya que «a Jesús no hay que protegerlo, hay que proclamarlo». Mª Inés García, superiora general de las Carmelitas de la Caridad, Vedruna, abre un nuevo espacio de reflexión y es la necesidad de tomar decisiones. Quizá la más preocupante en medio de un clima social de vértigo es ofrecer la imagen de parálisis, por eso sugiere que «necesitamos tomar decisiones a tiempo para humanizar nuestra vida». Montserrat del Pozo, superiora general de las Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret repara en un aspecto crucial y es la pregunta por la salud de la comunidad local porque quizá tenemos bien organizado lo estructural, pero esta nueva organización debe dar vida en lo concreto, aquellos lugares donde el carisma vive a pie de calle. Por eso afirma que «necesitamos vivir lo global en lo local y lo local en lo global». Hay un rasgo que, a penas, nos acerquemos a la vida consagrada percibimos y es que «nuestras familias carismáticas están ensanchándose». Nos lo dice Jolanta Kafka, superiora general de las Claretianas. Y es que la misión compartida es, ante todo, una conversión espiritual. Compartir el don recibido, desde diferentes vocaciones, no solo es un signo de riqueza, sino de vitalidad.

Estos nueve superiores generales nos dan noticia, muy real, de lo que pasa y lo que queda. Este año, al tomar el pulso de la vida consagrada, percibimos vida ocupada en Reino. Vida en misión.

Para leer en artículo completo: Vr, (febrero 2018) n.2.vol.125/53-67. suscripciones@vidareligiosa.es