La preparación de la Navidad cada vez se adelanta más. Ríanse ustedes del adviento. Y de paso, ríanse de esta Navidad cuya preparación cada vez se adelanta más. Es la Navidad que el mundo ha robado a los cristianos, la Navidad en donde solo importa la juerga, las compras, los regalos, la buena comida y la mejor bebida. No digo que no haya que alegrarse por las fiestas cristianas. Digo que hay una Navidad, la del mundo, en donde lo cristiano no importa nada.
La última moda, procedente de Londres, es hacerse con unos “calendarios exquisitos para recibir la Navidad, unos almanaques de adviento con cosméticos de lujo” (cita literal sacada de la prensa). Se trata de un mural, con los días bien marcados, con un pequeño cajoncito detrás de cada día. Al abrir el cajón de cada día aparecen artículos de lujo, de modo que cada día restante para este bodrio que llaman Navidad es una sorpresa, que supuestamente produce alegría, y así vamos preparando la fiesta que el mundo ofrece. Por cierto, en Londres el producto está agotado. Parece que en España aún se puede encontrar, fabricado por diferentes marcas. Todo muy divertido.
Uno no sabe si reír o llorar. Yo, entre risas y lágrimas, reniego de esa Navidad sin sentido, vacía o, por mejor decir, llena de nada, llena de tontería. El domingo que viene comenzará el adviento para los cristianos. ¿Tiempo de preparación? Nada de eso. Tiempo litúrgico con entidad propia que, de entrada, recuerda no un acontecimiento del pasado, sino un acontecimiento futuro, la gloriosa venida de nuestro Señor Jesucristo, que debería despertar nuestra esperanza y hacernos vivir de otra manera. No nos preparamos, vivimos ya un tiempo con su propia consistencia.