MIRADA CON LUPA

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juan-jose-omellaHOY FRANCISCO HA NOMBRADO CARDENAL A MONS. OMELLA. POR EL ALCANCE DE LA NOTICIA, TRAEMOS A LA WEB LA ENTREVISTA QUE HACE UNOS MESES CONCEDIÓ A NUESTRA REVISTA

«Vivir en salida es buscar al hermano que no conoce a Cristo o se alejó de él»

Juan José Omella es Arzobispo de Barcelona. Probablemente uno de los lugares «paradigmáticos de la nueva Europa» en el que se percibe con mucha claridad qué tipo de presencias, qué palabras y qué gestos atraen la pluralidad hacia los valores evangélicos. Mons. Omella desprende claridad y serenidad. No renuncia –no puede hacerlo– a los principios de fe, y no renuncia a los principios humanos llamados a ser expresión de fe vivida y compartida. En la amable entrevista que ha concedido a nuestra revista no ha faltado la referencia a la vida religiosa y a su significatividad. Su brillo y sus problemas. Su palabra sincera nos dice que efectivamente ama la vida consagrada, como ama el laicado y el presbiterado. Los entiende en comunión y complementariedad. La «mirada con lupa» de este mes, nos deja la palabra de un Pastor muy próximo a Francisco. Lo admira y sigue. Es de los que sin decirlo, sabemos cuenta con su amistad. Uno de los que, efectivamente, con palabra clara, gesto suave y decisión firme, pone contenido a la «operación salida» de toda la Iglesia.

Don Juan José, unos meses en Barcelona, unos años de obispo y más de sacerdote… ¿Podemos los adultos nacer de nuevo? ¿En qué o en quién apoya Mons. Omella sus principios de renovación?

Podemos nacer de nuevo si nos dejamos sorprender y nos dejamos convertir por la Palabra de Dios y por el testimonio de las personas que nos rodean. Siempre me han conmovido y me han dado mucha luz las palabras del profeta Isaías: «Algo nuevo está brotando, ¿no lo notáis?» (Is 43,19). Cuando se tiene una mirada contemplativa y atenta se descubre la acción del Espíritu en el mundo, en las personas y en nosotros mismos y se descubren cosas nuevas; la esperanza se instala en nosotros y nos guía y, entonces sí que podemos decir que nacemos de nuevo porque nos dejamos guiar por el Espíritu y no por nuestras ideologías o nuestros propios planes de acción.

Dicho con otras palabras, y apoyándome en san Juan de la Cruz: «Donde no hay amor, pon amor y encontrarás amor», podemos decir en verdad que el amor lo hace todo nuevo. Esta realidad he querido aplicarla siempre a mi vida, aunque no siempre he logrado cumplirla. Cosa que de verdad me apena.

Nuestros lectores son comunidades de religiosas y religiosos. ¿Por qué para la edificación de la Iglesia le parecen indispensables los religiosos?

Una Iglesia está incompleta cuando en ella no se da la vida consagrada, las comunidades de vida apostólica, caritativa, contemplativa. Los religiosos y sus obras son un gran bien no solo para la Iglesia sino también para toda la sociedad.

Hoy más que nunca el pueblo cristiano necesita que los religiosos renueven su compromiso de santidad para favorecer y sostener el esfuerzo de todos los demás cristianos por llegar a la perfección. «Las personas consagradas –dice el papa san Juan Pablo II– en la medida en que profundizan su propia amistad con Dios, se hacen capaces de ayudar a los hermanos y hermanas mediante iniciativas espirituales válidas como: las escuelas de oración, ejercicios y retiros espirituales, jornadas de soledad, escucha y dirección espiritual». (Vida Consagrada, 39).

«Los santos –dice H. Bergson– no necesitan hablar porque su vida es ya un testimonio».

¿Cuáles cree que son los rasgos que con mayor frescura están ofreciendo los consagrados en nuestra sociedad?

Los religiosos son personas que están muy cerca de las necesidades eclesiales y de las inquietudes de los hombres y las mujeres, sus hermanos. Al ser humano, inmerso hoy en la desazón y el ruido, apenas le queda tiempo para probar el sabor sabrosísimo de la oración y de la presencia de Dios en su vida. Sin embargo, el camino vital que han escogido por vocación los consagrados nos recuerda la primacía que debería tener Dios en la vida de cada uno de nosotros. Son personas que viven con los ojos puestos en Jesucristo y con el corazón abierto a las necesidades de los hermanos y que nos llevan a todos en su impetración ante Dios. Cuando viven con sencillez y generosidad su propio carisma –sin adulteraciones ni complejos– rezuman una frescura evangélica contagiosa.

¿Dónde cree que están los retos que tiene ante sí la vida religiosa para tener futuro en occidente?

El principal reto que deben afrontar es la vuelta a las fuentes, al carisma fundacional. No me refiero a las cosas externas, sino a la fuerza del Espíritu que movió a los fundadores y sus primeros seguidores a vivir entregados a la obra evangelizadora.

Hoy, nuestro mundo, necesita testigos cercanos a la vida de la gente, testigos que compartan los gozos y las alegrías de las personas, que se comprometan con ellos a luchar y trabajar por dar respuesta a sus necesidades materiales y espirituales. Sí, nuestro mundo sigue teniendo mucha hambre de Dios, además del hambre material y afectiva, tiene hambre de su Palabra y de su Amor. Y los religiosos han estado siempre muy atentos a dar respuesta a esa hambre. Y deben seguir estando también muy atentos, hoy en día, a dar respuesta a esa sed de agua viva que tiene el corazón humano.

Otro gran reto es la vida comunitaria. En un mundo en el que hay tanta soledad, rupturas matrimoniales, divisiones sociales, políticas y religiosas, ver que unas personas viven con gozo y generosidad la fraternidad comunitaria cuestiona a las personas, las cuestiona porque ven de forma plástica y viva que la fraternidad se puede vivir con gozo y no como un peso o una cruz.

Y, por último, otro gran reto es no vivir la situación de falta de vocaciones con angustia sino con esperanza y sentido común, con gran confianza, abandonándose en las manos del Señor. Dios ama y conduce la Iglesia, guía y conduce también las congregaciones y órdenes religiosas. Vivir la situación de falta de vocaciones sin angustia, en verdadera actitud de confianza en el Señor.

Es Arzobispo de una ciudad muy significativa, plural, abierta y laica. ¿Dónde debe estar el acento de evangelización de la Iglesia en estos areópagos?

Nuestra Iglesia de Barcelona es eminentemente urbana y, por lo tanto, es necesario que nuestra misión pastoral tenga muy en cuenta los retos de las culturas urbanas con el fin de prestar un mejor servicio a los hombres y mujeres de nuestra sociedad. Responderé a su pregunta con unas palabras del papa Francisco en su exhortación apostólica Evangelii gaudium: «Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se conviertan en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación». Excelente reflexión que nos animará a vivir en una actitud más de «salida», una actitud misionera de búsqueda del hermano que no conoce a Cristo o que se alejó de Él.

Por otra parte, nunca debemos olvidar «que quienes no conocen a Cristo tienen derecho a que les mostremos su mensaje de salvación y su amor siempre misericordioso» (papa san Juan Pablo II, Redemptoris missio).

No es un secreto que Ud. es un obispo muy próximo a nuestro papa Francisco. Déjenos algo que no conocemos de él, algo que particularmente a Ud., le ha impresionado…

El papa Francisco tiene muchas cualidades. Por eso fue elegido Sumo Pontífice por obra del Espíritu Santo. Siempre me ha impresionado cómo sabe transmitir el mensaje. Un mensaje corto, incisivo, que llega al corazón y que abre a la esperanza. También valoro la alegría con la que transmite ese mensaje, sin echar anatemas y condenas. Y un tercer aspecto que me impresiona es su coherencia. Que lo que dice, lo hace, y lo que hace, dice.

Nuestro Papa no descansa invitándonos a una verdadera comunión y solidaridad. Acogemos sus mensajes con gozo y las sociedades, en general, los aplauden. ¿Por qué nos cuesta tanto el cambio? ¿No habrá llegado el momento de poner en práctica su insistente petición de convertir la misión en «hospital de campaña»?

La dimensión social de la evangelización ha estado siempre muy presente en la Iglesia. El encuentro con los pobres es un elemento definitorio de la pastoral de las grandes ciudades y de la misión que la Iglesia lleva a cabo en ellas. La incertidumbre y la agitación que sacude Europa, genera una nueva realidad geopolítica caracterizada por fenómenos como la crisis de los refugiados, el cambio climático, el terrorismo yihadista… El papa Francisco nos propone hacer valer el significado más profundo de la palabra de Dios para defender las raíces de nuestra sociedad y actuar como valedores de los derechos humanos y de aquellos valores cristianos que nos ayuden a trabajar por el bien común. La Iglesia debe acoger a todos, especialmente a los que están «heridos».

Finalmente, Monseñor, en el Año de la Vida Consagrada nos pedía a los religiosos alegría. Es también uno de los signos de la Misericordia. ¿Se definiría como una persona feliz? ¿Por qué?

Me considero una persona afortunada y feliz por poder trabajar al servicio de las personas. Soy un pastor de la Iglesia entregado a Dios y a la voluntad del Espíritu Santo. ¡Qué más puedo pedir! Haciendo una lectura atenta del Evangelio, comprobamos cómo amar y ser amado nos da mucha felicidad. Aunque el verdadero amor compasivo y misericordioso no tiene nada que ver con la lástima ni con el sentimentalismo, que no sirven para aliviar el sufrimiento.

Siempre quise ser sacerdote, cura de pueblo. Tanto en los pueblos donde he ejercido el ministerio pastoral como en las distintas Diócesis en las que he estado como Obispo he sido muy feliz. Digo muchas veces que si tuviese que volver a empezar mi vida elegiría ser sacerdote para trabajar cerca de la gente tratando de hacer siempre el bien. No llevo el ministerio como una carga sino como un don inmerecido por mi parte y que Dios me ha regalado en su infinita bondad.