MEJOR REPARTO. GUION ORIGINAL. BUENA DIRECCIÓN

0
1404

Una buena película necesita un buen guion, sea original o adaptado, buen reparto y buena dirección. Necesita presupuesto y, para que tenga éxito, ha de remover o interpelar. O lo que es lo mismo, ha de conectar bien con las necesidades y búsquedas del público.

Pero no se preocupen, no voy a hablar de cine. Pretendo hablar de la vida y es que, llegadas estas fechas, en la vida consagrada, suele haber reparto y, desgraciadamente, no siempre con buen guion.

No pocos hombres y mujeres consagrados se encuentran en disyuntivas paradójicas… Viven en un ámbito donde frecuentemente oyen lo “poquitos o poquitas que son”, pero para ellos no hay misión. Mo hay espacio en el reparto. Me pregunto qué falla. ¿Será el gran número de consagrados en paro? ¿Será la dirección? ¿Será el presupuesto ideológico? ¿Será la visión?

Lo hemos dicho muchas veces: hay guiones que no conectan. A veces estamos empeñados en sostener lo que hay, sin capacidad para preguntarnos qué debería haber. La praxis tiende a ajustar a las personas, cual piezas de un puzle, en un diseño añejo. Así, efectivamente, los espacios son limitados, las visiones ceñidas a no salirte de la línea y la ubicación,  y el sentido de la vida constreñido sencillamente a estar y transigir. Esto a quien ha encontrado gusto en el “paro” puede incluso resultar gratificante. Pero, evidentemente, quien vive en el paro, vive también desconectado del sentido de misión, de comunidad y de vida.

Tiene uno la seguridad de que el guion es bueno porque los carismas no han perdido brillo de actualidad y sentido de oportunidad. Los marcos donde los carismas se articulan, dígase planes de gobierno y decisiones estratégicas, ya es otro cantar. Hay buena elaboración estética, todo suena sinodal, corporativo y horizontal, pero solo suena… no sabe. Porque, en realidad, no sé si queremos que todos o todas tengan sitio.

Parece que falla la dirección de la película, frecuentemente centrada en actores y actrices que literalmente se “comen la cinta”. Además, suele estar más preocupada en rentabilidad que en familia; en supervivencia que en arte; en estructura que en Espíritu.

El reto para nuestro tiempo no es tanto la configuración de un organigrama, cuanto la recuperación de un espacio de misión que entusiasme y un estilo de vida compartido que llene, con la realidad –querida por el Espíritu– de que se trata de cuerpos congregacionales muy gastados y envejecidos. La cuestión no es baladí, por eso no es tan sencillo cómo acometerla. Lo que sí está demostrado es que las instituciones no consiguen levantar el ánimo con ciertos voluntarismos “híper-animados”. Aquello de ensanchar la tienda, o hacer realidad la misión compartida entre los mismos consagrados y consagradas es verdaderamente urgente. Dejar más “actores” y “actrices” a la espera de que les llueva un papel que no va a llegar, convierte las congregaciones en “microclimas” con muy poco oxígeno.

Todas las familias religiosas cuentan en sus constituciones con números maravillosos empeñados en el “todos y todas caben”. En la riqueza de la pluralidad y la acción de gracias por el proceso que el Espíritu ha hecho con cada persona. Ha llegado el momento de saltar del texto a la vida, creer de verdad en la inspiración carismática, y posibilitar que cada consagrado viva en misión porque se le cree y se le espera.

Habrá que paralizar organigramas enfermos por la acepción de personas; cambiar el reparto para que crezca la pluralidad y la participación; aprender a escuchar la vida y los reclamos de la vida para que se dé la misión y, volver a empezar, porque el “rodaje de la película” no consiste en sobrevivir, sino en una experiencia de gozo, convivencia, aprendizaje y novedad. Y eso solo se descubre, cuando entiendes que el mérito de tu congregación es del Espíritu y gracias a todas y todos. Cuando vitalmente experimentas que la acción de gracias por pertenecer no es aprendida, sino necesitada. Es la riqueza del Espíritu que te brinda lo mejor del carisma para que puedas dar lo mejor de ti. Pero todo es gracia y arte, no medida y cálculo.