Como aquel día en la vida de los discípulos de Jesús, también para ti es hoy “el primero de la semana”. También hoy “estamos en una casa”, no ya por miedo, sino por fe, y en medio de nosotros está el Señor resucitado que a todos nos ofrece el don de su paz. Y nuestro corazón “se llena de alegría” porque hoy, a la luz de la fe, también nosotros “vemos a Cristo Jesús”.
Escucha, Iglesia de Cristo, escucha la palabra que te dirige el que está en medio de ti: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”.
Y si tus hijos preguntan cómo fue enviado Jesús por el Padre, la respuesta la hallarán contemplando cómo eres enviada tú por Jesús. Fíjate en lo que hace: “Sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.
Entonces la fe recuerda el día del Espíritu sobre un bautizado en el río Jordán: “También Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma”.
Y recuerda también la misión a la que Jesús es enviado: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él fue quien me ungió para evangelizar a los pobres”.
Asómbrate del misterio: Como Jesús fue enviado, así eres enviada tú que eres su Iglesia, que eres su cuerpo, que eres él.
Ungidos los dos –Cristo y su Iglesia- con el mismo y único Espíritu.
Enviados los dos por el mismo y único Padre.
Ungidos y enviados los dos al único y mismo destinatario. Lucas lo llama “pobres”. Juan lo llama “pecadores”.
Ahora fíjate en Jesús para saber qué es eso de “evangelizar”, qué es eso de “perdonar los pecados” y eso de “retenerlos”, pues son cosas que están muy relacionadas entre sí.
El profeta lo había dicho así: “El Señor me ha enviado para anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor”. Y Jesús declaró cumplidas en él las palabras de la profecía: “Hoy se ha cumplido esta Escritura”.
Fíjate en Jesús y te verás a ti misma. Aprende de Jesús la misión que tú has de continuar.
El Espíritu ha hecho de él y hace de ti buena noticia para los pobres, perdón para los pecadores, luz para los ciegos, libertad para los oprimidos, gracia para todos.
El Espíritu ha hecho de él y hace de ti un sacramento del amor de Dios a los “pobres”, a los “pecadores”, una evidencia de Dios a los pies de la humanidad, testigos él y tú de que Dios está siempre en guerra contra el mal que oprime al hombre.
El Espíritu ha hecho de él y hace de ti un rompe cadenas, un resucita muertos, un perdona pecados, un ilumina ciegos, un limpia leprosos, vasijas de barro llenas de gracia y de paz.
“Ven, Espíritu Santo”, enséñanos a decir: “Jesús”; enséñanos a ser en Cristo Jesús; enséñanos para que seamos uno entre nosotros y con Cristo Jesús; enséñanos a ser evangelio para los pobres, enséñanos para que hablemos a todos de las maravillas de Dios; enséñanos para que llevemos a todos la gracia y la paz que de ti hemos recibido.
“Ven, Espíritu Santo”.