PESCADOR DE HOMBRES

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1830

Simón se encontró un día con la sorpresa de que el profeta Jesús subió a su barca y le invitó a salir a pescar. La pesca fue de tal calibre que Simón, asustado, pidió a Jesús que se apartara de él. Jesús, en vez de hacerle caso, le invitó a que se fuera con él, tras decirle que, si lo hacía, en adelante, sería pescador de hombres. Simón dejó a su familia y a lo que le daba de comer, se fio de Jesús y le siguió.

En el contexto socio-económico-cultural en el que se movía Simón eso de ser pescador de hombres debió resultarle sugerente y sonarle raro. Hay imágenes que invitan a pensar. ¿Qué puede ser eso de pescador de hombres? ¿Se pesca a los humanos como a los peces? ¿A base de anzuelos, tapados con un cebo, para que el pez pique creyendo que allí hay comida apetecible cuando en realidad lo que hay es una trampa para apoderarse de él, y en este apoderamiento perder la vida en beneficio del pescador?

Hay caladeros de peces y caladeros de votos. Los votos también se pescan. Para lograrlo, hay candidatos que prometen muchas cosas a sus votantes; luego cumplen muy pocas, si es que cumplen alguna. En bastantes casos los electores se sienten engañados. Han picado y, en vez de encontrar lo prometido, encuentran engaño y corrupción.

En el mundo religioso abunda el engaño. Hay predicadores que, prometiendo sanación o salvación, buscan y piden dinero. Hay personas alienadas con seducciones hechas de imaginería y palabras religiosas. Hay discursos aparentemente piadosos, en los que se invoca a la Virgen, a los ángeles, al corazón de Jesús, a la corona de espinas, o a santos con nombres estrambóticos, prometiendo los incautos oyentes conseguir bien dinero, bien “la gracia que desean alcanzar” tras recitar una determinada oración o realizar un determinado rito.

Así no se pesca a los humanos, así se les destruye. La pesca a la que invita Jesús, en vez de atrapar, deja cada vez más libre. El “pescado” puede marcharse y escapar en cualquier momento. Cuando el mundo religioso te atrapa, de forma que cada vez es más difícil escapar, bien por los miedos que te han inculcado, bien por los chantajes a los que te han sometido, seguro que eso no viene del Dios de Jesús; seguro que esto, más que evangélico es diabólico. La pesca a la que fue invitado Simón era muy extraña, rompía todos los moldes, porque en vez de beneficiar al pescador buscaba el bien de los peces, y en vez de apresar al pez buscaba su verdadera liberación. El pescador de hombres nunca es un aprovechado, es siempre un desprendido, alguien que entrega la vida para que otros vivan. El único modo de atrapar a los humanos que, como los peces, son bastante escurridizos, es con cuerdas de amor: “con lazos de amor los atraía” (Os 11,4).

Las redes son otro método para pescar. Pero a los humanos no se les pesca en manada. Aunque todos están llamados al Reino de los cielos, y el Reino es comunión, cada uno está invitado a entrar personalmente, porque Dios llama a cada uno por su nombre.