Este tercer domingo de adviento es el Gaudete, el domingo de la alegría. Ya muy próximo el nacimiento del Mesías, del esperado de los tiempos, la sonrisa habita nuestro rostro y la liturgia se viste de fiesta.
Es el mayor testimonio: «Estar alegres en el Señor, os lo repito: Estad alegres», nos dice S. Pablo.
Esa alegría que es profunda, que es antídoto contra el pesimismo, que es rostro recién lavado y promesa cumplida, que es fundamento y casa construida sobre roca, que es bienaventuranza y regalo, que es tesoro encontrado y seguimiento generoso.
Hoy el sacerdote se viste de rosa (si hubiera o hubiese esta casulla en su parroquia o iglesia, bueno en la parroquia o iglesia de todos, mejor dicho). Y es la fiesta, es abandonar un día el morado penitencial de todo el Adviento para reencontrase (ojalá para siempre) con lo diverso y excesivo, con lo que nos saca de nosotros mismos. Es solo un color, pero llena de su fragancia distinta todo. Sin palabras pronuncia despacito y profundamente: A-L-E-G-R-I-A. Y lo hace de una vez para siempre, con la seguridad difusa del silencio elocuente, de la vista sorprendida, de lo inesperado feliz.
Estemos alegres, a pesar de todos los pesares. Que me perdone mi amigo S. Pedro Mezonzo hoy, pero quiero abandonar este «valle de lágrimas», para transitar pleno por el sendero de la ALEGRÍA.
Y para que así conste subo la foto de la casulla rosa.
Feliz tercer domingo Gaudete.
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