Galilea

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Después del regalo de los días santos en Baltar vuelvo a lo cotidiano, a la Galilea que es el lugar donde nos encontramos con la carne y las heridas del Resucitado. No es un fantasma: come con nosotros. No es un fantasma: su carne se puede tocar como en el momento incrédulo de Tomás (demasiado pedir, «no os basta cansar a los hombres que también cansáis a Dios», como dijo el profeta al rey Acaz). No es un fantasma: está aquí, en el Reino iniciado… Y como no es un fantasma se puede percibir, con los cinco sentidos, en lo tenue de lo cotidiano. No es fácil porque nos cerramos a lo grosero y a lo evidente que nos dicen se puede percibir. Pero en la costosa y ardua Galilea (pon el nombre de tu ciudad o pueblo) sigue transitando el Resucitado, incluso, a nuestro pesar. No hace falta mirar sólo al cielo, porque cielo y suelo están unidos en admirable alianza de amor, siempre nueva, siempre sorprendente. En nuestros suelos… Felices Pascuas

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