Dichosos los pobres. Se buscan locos:

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Me pregunto si esa bienaventuranza: «Dichosos los pobres», la dicta la locura o la sabiduría.

Como propuesta bancaria de futuro, no atraería a un cliente.

Y como propuesta para seguir a Jesús por los caminos del reino de Dios, continúa teniendo el mismo atractivo, y es Jesús mismo quien la declara imposible  de aceptar: «Imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo».

Así que, pongámonos de acuerdo: ese “dichosos los pobres” es una locura.

Según el relato evangélico, al joven rico Jesús le propone que recorra, con él y a su modo, el camino que lleva a la vida: “Anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme”.

Jesús sabía que ése era el camino real por el que se va al reino de Dios. Lo sabía, porque se había movido siempre en él y ya estaba alcanzando la meta.

Había salido de Dios y volvía a Dios.

Se había despojado de todo, también de sí mismo, para darlo todo a los pobres, para darse todo a los pobres.

Jesús conocía por dentro la dicha de aquel camino.

Pero al joven rico la propuesta le pareció exceso, demasía, locura; apenas la oyó, “frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico”.

Dejó el camino de la pobreza que Jesús conocía, y volvió al camino de la riqueza que él conocía.

Jesús se quedó con su bienaventuranza experimentada; y el joven se marchó con un pesar recién estrenado.

Aquel día, el apóstol Pedro, seguramente que de buena fe, le dijo a Jesús una mentira piadosa: “Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”.

Y Jesús hizo como que había escuchado una verdad toda entera.

Pero el hecho es que sólo Jesús puede decir con verdad eso de “darlo todo”, porque sólo él lo ha vivido: sólo él es puro don; sólo él es imagen visible del Amor invisible de Dios; sólo él se despojó incluso de sí mismo, y tomó la condición de esclavo haciéndose semejante a los pobres, bajando hasta la muerte y una muerte de cruz.

Y de ese camino propio de Jesús, que baja desde Dios hasta los pobres y sube con los pobres hasta Dios, es sacramento la Eucaristía que celebramos y comulgamos.

Hoy el Señor resucitado, también a nosotros nos mira con cariño y nos invita a seguirlo de aquella manera suya, que parece locura y es sabiduría.

Queridos: El mundo tiene demasiados ricos tristes, y demasiados pobres que aspiran a ser ricos tristes, y anda falto de locos dispuestos a vivir la alegría de amar.

¡Se buscan locos!

Feliz domingo.

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