Aprendiendo la Navidad

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A los fieles de la Iglesia de Tánger: PAZ Y BIEN.

 

Es Navidad: Un Sol, que nace de lo alto, sorprende con la claridad de su luz la noche del hombre.

 

La noche –el «hoy»- en que Dios nos saluda con la paz:

El saludo de Paz y Bien parece aprendido en la escuela de Navidad, en la bondad recién estrenada de la nueva creación.

El nacimiento de nuestro Señor Jesucristo trae a la tierra la paz que el cielo le puede ofrecer, todo el bien que Dios nos puede hacer.

A los que creéis y celebráis este misterio, es el Padre del cielo quien os saluda y os ofrece en su Hijo la Paz y el Bien: “Nuestro Salvador ha nacido en el mundo. Hoy, desde el cielo, ha descendido la paz sobre nosotros”.

 

La noche –el «hoy»- en que Dios nace hombre para servir al hombre:

Si entras en el misterio de ese nacimiento, la palabra de la revelación te dirá que tu noche se ha iluminado «hoy» con la luz de Dios, que tu Dios acreció tu alegría, aumentó tu gozo, quebrantó la vara del opresor, y se te regaló en un niño, que es maravilla de Consejero, Dios guerrero, Príncipe de la paz. Si entras en el misterio, se te dirá que Dios ha nacido para servirte.

Sólo del cielo puede venir ese mensaje, sólo un mensajero de Dios puede anunciar este evangelio: “Hoy os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor”.

Pero no te conformes con oír el anuncio. Ve, Iglesia amada de Dios, ve derecha a Belén a ver eso que ha pasado y se te ha comunicado.

Se te anunció una luz para los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. Si vas y ves ¡sólo encontrarás un niño!

Se te anunció una gran alegría que será para todo el pueblo. Si vas y ves, ¡sólo encontrarás un niño envuelto en pañales!

Se te anunció un Salvador, el Mesías, el Señor, un Dios que va a la guerra para ser Príncipe de la paz. Ve, Iglesia evangelizada en la noche de hoy, ¡sólo encontrarás un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre!

La luz, la alegría, el Salvador, el Mesías, el Señor, Dios, ¡es un Niño!

Lo que se te ha anunciado, lo que has visto, el misterio de la Palabra de Dios hecha carne, es revelación del poder de Dios en la debilidad del hombre, es epifanía de la grandeza de Dios en la pequeñez del hombre, es manifestación de la gloria de Dios en la pobreza y humildad del hombre.

Y porque a tu Señor, a tu Salvador, lo has visto así, ¡pequeño, pobre, humilde!, te has asombrado, te has alegrado, y has vuelto a tu mundo dando gloria y alabanza a Dios.

Has vuelto a tu mundo, ¡pero ya no es el mismo que habías dejado!

Ahora se ha hecho moradora de ese mundo una alegría que era del cielo; ahora se ofrece a los pobres la bienaventuranza, el consuelo a los que lloran; ahora se ha hecho posible saciar a los hambrientos de justicia; ahora se nos ha revelado el amor como ley que rige el universo; ahora empieza un mundo nuevo que es de los pequeños.

Escándalo o milagro, para ser hombre, Dios escogió el camino de la humildad: la debilidad, la caducidad, el abajamiento… ¡Dios abrazó la condición de esclavo!

Escándalo o milagro, la Navidad –el nacimiento del Hijo de Dios- es un paso primero y necesario en el camino de Dios hasta los pies de los pobres para lavarlos, hasta nuestras dolencias para sanarlas, hasta nuestra muerte para resucitarnos.

Escándalo o milagro, la Navidad es aparición de un mundo nuevo en el que Dios se ha hecho pequeño y de todos, último y crucificado: La Navidad es el primer paso de Dios hacia su entrega de amor en una cruz para entrar en la vida, para ser nuestra vida.

 

La noche –el «hoy»- en que, celebrando la Navidad, aprendemos a ser pequeños y de todos:

Queridos: es tiempo de creer, de admirar, de celebrar, de imitar la Navidad.

Contemplando el misterio, aprendemos que la razón de la Navidad es el hombre; el camino de la Navidad es el abajamiento hasta lo hondo de la condición humana; la meta de la Navidad es la paz para los amados de Dios y la gloria para Dios en el cielo.

El mundo necesita la verdad de la Navidad. El mundo necesita vuestra fe, vuestra Navidad aprendida, vuestra vida entregada en pobreza a los pobres.

No se turbe vuestro corazón. No tengáis miedo. No nos están llamando a la desdicha sino a la bienaventuranza. El Espíritu del Señor viene a vosotros, y lo que nacerá de vosotros es un mundo nuevo según el corazón de Dios.

Sólo se espera nuestro «hágase», nuestro «sí», a la verdad de la Navidad. Lo espera el cielo para llover su justicia. Lo espera la tierra para que brote la paz.

Feliz Navidad, hijos míos muy queridos.

 

Tánger, 22 de diciembre de 2017.

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