APAGAR EL MÓVIL, PARA ESCUCHAR…

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1890

(Diana Papa, clarisa). Estamos de lleno en el tiempo fuerte de la Cuaresma, tiempo de búsqueda, de conversión personal y de reconciliación con los demás, con Dios y la creación. No es fácil para nosotros apagar el móvil para adentrarnos en el desierto, descubrirnos solos y, a menudo, incapaces de reconocer las actitudes que chocan con la elección de la vida evangélica.

Durante el tiempo de desierto, el Espíritu nos conduce de nuevo hacia nuestras relaciones personales y nos pide que decidamos si servir a Dios y a los demás o, por el contrario, replegarnos sobre nosotros mismos. A veces, acompañados por el peso de la soledad y del malestar interior con los hermanos de comunidad o con el Señor, pasamos el tiempo defendiéndonos. Nutrimos nuestra indignación contestando a injusticias verdaderas o presuntas, sin encontrar una solución. Además, mientras nos esforzamos tratando de acoger la experiencia del desierto, no dejamos a nadie que entre en nuestro espacio de aislamiento. Nos encerramos en un caparazón virtual o real, interrumpiendo la relación con todos, y en particular con el Señor, olvidando que nos espera siempre.

Si el Dios que seguimos es el ídolo construido con nuestras manos, todo continuará igual. Si Él es el Viviente, entonces aceptamos la conversión del corazón que nos dispone para poder amar como Jesús. Dios nos va liberando poco a poco de cada cosa, nos pide convertir nuestro poder de control en confianza y entrega total para que, incluso a través de las mediaciones, pueda custodiar nuestra vida.

Él guarda nuestros pasos y nos sostiene en el camino con su mano. Nos lleva al desierto para hablarnos al corazón (Os 2,16), para purificarnos de  los ídolos y entregarnos un corazón de carne (Ez 36,25-26). Nos conduce al desierto para que podamos experimentar su misericordia sin con-diciones, porque “ahí está el amor con el cual Dios nos sale al encuentro, rompe el círculo del egoísmo que nos envuelve, y hace de nosotros instrumentos de misericordia” (MEM 3).

En este tiempo cuaresmal, por tanto, nos queremos atrever a apagar el móvil y permanecer en silencio para discernir, a la luz del Espíritu, qué aspectos relacionales de nuestra vida necesitan ser repensados o consolidados aquí y ahora para que seamos verdaderos portadores de la ternura de Dios.