Dios llega a nuestras vidas de forma impertinente. No anuncia su llegada ni señala el tiempo o el lugar.
¡Sencillamente nace!
Tampoco sus modos son previsibles… nacido a la intemperie. ¡Sencillamente nace!
Y trae gente, pastores, sabios o magos de oriente, sin-techo o refugiados, migrantes o temporeros,mestizos o indígenas, descartados de nuestro tiempo y de nuestra historia… Dios, ¡sencillamente nace!
La Navidad de Dios proclama que “las cosas pueden cambiar”. Seguimos anhelando “las tres T” para este tiempo, para esta historia desigual: la Tierra que da sustento, el Techo que da cobijo y el Trabajo que enriquece.
Y en el camino… nos encontramos con el recién nacido que cambia nuestra mirada porque, ¡sencillamente nace! Y desde el comienzo, Dios en Jesús, el Enmanuel (Dios-con/entre-nosotros), comenzó a “oler a pobre”.
Sigue siendo Navidad en cada historia, en cada tierra, en cada vida que se abre al Misterio. En cada verbo que se hace eco de las palabras de justicia y de paz. En cada gesto que se suma en la movilización de los derechos sociales, los derechos de la Tierra, los derechos de la Vida.
Sigue siendo Navidad en mi vida, en tu vida, si dejamos que el Evangelio acampe en nuestras estancias. Porque … ¡sencillamente nace!
Es Misterio, es gozo, es sorpresa, es esperanza, es promesa, es encarnación, es Buena Nueva, es Verbo. Es la navidad de los débiles, de los pequeños, de los nada-poderosos, de un niño que nació muy pobre, del Dios-Todo-Niño que se encarna en la historia de nuestra humanidad. Lo más importante sucede en el silencio, acontece en el centro de nuestras vidas y nos invita a mirar más allá de las apariencias.
El Dios-Todo-Niño viene a darle la vuelta a la lógica del mundo. «Algo nuevo está brotando ¿no lo notáis?» (Is 43, 19). Agradecido, com coração de mãe, feliz y b(i)endecida Navidad, bienaventurado Año Nuevo 2018