Acto académico en el ITVR el 11 de mayo a las 18,00
Bonifacio Fernández y José Cristo Rey su comunidad y la teología de la vida consagrada
Estamos a las puertas de celebrar el paso a la jubilación de dos profesores de nuestro centro. Los PP. Bonifacio Fernández y José C. Rey G. Paredes. Ambos llevan en el ITVR y en la revista Vida Religiosa décadas. Sería imposible describir como elenco sus colaboraciones en nuestra revista sin resultar prolijo. Como sería imposible encontrar a todos y cada uno de los alumnos y alumnas que han pasado por las aulas donde han desgranado sus materias o los cursos, capítulos, asambleas o encuentros… literalmente, en todos los rincones del mundo. Son vidas que llegan a otra etapa de misión, efectivamente, con júbilo. Porque son vidas llenas que, a su vez, siguen llenándose, dejándose enseñar en este tiempo que es el tiempo de Dios.
Personalmente creo que no nos preparamos nunca, y no nos preparamos bien para los cambios de etapa. Nos suele sobrevenir y, de repente, nos encontramos en otro momento en el cual, no nos queda más remedio que decir lo maravilloso que es, aunque en sí, no lo experimentemos así. La jubilación en la vida consagrada es una tarea pendiente. No más pendiente, eso sí, que los pasos anteriores de juventud a adultez, de adultez inicial a adultez media…
Lo cierto es que los claretianos estamos a las puertas de celebrar la jubilación de José y Bonifacio, ambos misioneros, teólogos y hermanos de comunidad. Con tal motivo les hemos pedido, antes de la celebración académica, que nos ayuden a reflexionar como comunidad sobre el sentido, trayecto y configuración de una fraternidad al servicio de la vida consagrada. La verdad es que ha supuesto un encuentro de calidad, reflexión y agradecimiento de quienes vivimos la misión al servicio de la Vida Religiosa en esta comunidad de Buen Suceso. Nos han hecho caer en la cuenta de dones no siempre conscientes y de retos que han de convertirse en criterio guía para tener porvenir. Nos han relatado en primera persona lo que es el paso del tiempo cuando dejamos que en él tenga protagonismo el Señor de la historia. Nos abrieron el corazón, lleno de nombres, y en él vimos muchas esperanzas, porque queda mucho por hacer, y algunas heridas, porque el trayecto de misión siempre nos deja recuerdos de las batallas vividas al servicio del Reino. Nuestros profesores Bonifacio y José Cristo, después de miles de horas de conferencias, anunciando reino, volvieron a experimentar como tiembla la voz cuando uno habla en primera persona, habla ante su comunidad y profiere palabras que comprometen.
Empezó hablando José Cristo Rey. Y nos condujo por una historia leída en clave sapiencial que lo fue llevando hasta encontrarse con el estudio de la teología al servicio de la vida consagrada. Segovia, Madrid, Roma, Múnich, Curitiba… eran pasos necesarios para descubrir una vocación de servicio hacia el estudio de las formas de vida y, en concreto, el seguimiento de Jesús desde la Vida Religiosa. Nos ha impresionado el agradecimiento a la congregación como cuerpo posibilitador de una dedicación y una pasión. Algunas de las obras teológicas de madurez de José Cristo Rey, nos cuenta que no nacieron tanto desde la satisfacción de un momento gozoso, cuanto de la pregunta interna, profunda e hiriente ante una situación de debilidad. El momento espiritual de mayor gozo, nos dice, es cuando se descubrió como cómplice del espíritu y no protagonista de su querer. Parece solo un matiz, pero es un rasgo profundo que sitúa convenientemente el sentido de misión… Cómplice, posibilitador, cauce de novedad del Espíritu. Nada menos.
Bonifacio Fernández en su relato autobiográfico nos abre el corazón de un teólogo misionero y, en él, nos describe sus consolaciones y desolaciones. La confianza absoluta en quien desde siempre le ha sabido guiar y la preocupación, a veces dolorosa, por encontrar la palabra y el signo que en esta era no distorsione la imagen de Dios y la acerque a esta humanidad sedienta de bien. Compartió con nosotros el credo hondo de un hombre con fe que no ha dejado de hacerse preguntas. Un credo que además nace del realismo de quien se siente profundamente cuestionado por una sociedad que sigue teniendo problemas para creer en lo creíble. Bonifacio cree en un Dios que está a favor de la vida y por eso la cuida. Todas las vidas, todas las personas. En esos juegos de palabras que tanto gustan a nuestro profesor Bonifacio, fue desgranando en qué cree y en qué no cree. Nos ha dejado traslucir el peso de la convicción y la esperanza frente al escepticismo de quien se cree sabio o «por encima de». Abrió su intimidad y nos regaló, a modo de, «ajustes», el momento en el que está y el mucho trabajo que le queda por delante en la vida. El primero de los ajustes es situar adecuadamente el amor a Dios y el amor al prójimo. El equilibrio de transcendencia e inmanencia. Cómo están afectando positivamente su vida las personas con las que comparte reflexión y vida en Encuentros Matrimoniales. Otro ajuste que quiere trabajar es fortalecer la fe en un Dios inclusivo, de todos; también quiere ajustar su comprensión del diálogo fe y ciencia; abrirse a la pluralidad como don y no como temor y, finalmente, descubrir ese Dios amor que «me merezco», la vida –nos decía Bonifacio– se justifica por el amor, no por el trabajo.
Es verdad que estas líneas no recogen más que unas pinceladas de lo que fue un encuentro profundo, fraterno, sincero… De esos de un antes y un después. Y no es retórica. Se puede vivir al servicio de la teología de la vida consagrada, caminar en este proceso de transformación en el que está la vida consagrada y mantener viva la esperanza y la creatividad. José Cristo Rey y Bonifacio, no piensan en como comenzaron, sino en la meta. Lo mucho que queda por correr. Además, doy fe, que vivir con ellos es una experiencia de fraternidad real: rica, creativa, nueva y fecunda. Y exactamente igual piensa su superior.