Cuando Jesús escuchó la sabia respuesta del escriba dijo: “no estás lejos del Reino de Dios” (Mc 12,34). Algo parecido está aconteciendo hoy, seguramente bajo la acción del Espíritu Santo. Hay nuevas propuestas que no están lejos del Reino de Dios.
Relectura evangélica del paradigma “turquesa”
Las nuevas propuestas
Leyendo lo que no pocos autores y autoras actuales dicen respecto a los nuevos modos de organización1, de trabajo en equipo2, de liderazgo y seguidorazgo3, de autogestión, de holocracia4, uno percibe que sus propuestas –por muy contraculturales que parezcan– nos acercan al sueño de Dios sobre la humanidad.
A esto se añade una gozosa constatación: cuando la vida consagrada responde con generosidad a su vocación evangélica y se deja llevar por las mociones del Espíritu en los signos de los tiempos, alumbra en ella un paradigma organizativo que tiene muchos puntos de contacto con los sueños que emergen hoy en la humanidad. Es como si el seguimiento carismático de Jesús en nuestro tiempo esbozara y anticipara los rasgos de una nueva humanidad.
Por otra parte, el cambio de época le ha caído a contrapié a una vida consagrada envejecida, cansada, agobiada, desapasionada; la situación de comunidades e incluso institutos desanimados y que no saben cómo salir de sus círculos viciosos, nos preocupa. ¿Qué se puede hacer? ¿Es posible recuperar la imaginación, el empuje de otros tiempos mejores? ¿Es posible nacer de nuevo como organizaciones comunitarias, congregacionales “en misión”? ¿Es posible re-encantarse? ¿Qué función han de tener en ello quienes ejercen el liderazgo y qué función cada uno de los miembros? ¿Existen formas de organizarse de otro modo?
Para poner en acto una organización con alma, con sentido, con imaginación profética, en este tiempo, debemos esforzarnos por implantar un nuevo modelo organizativo –en nuestras comunidades y congregaciones– que vuelva obsoleto el modelo actual. Y esa implantación requiere un paso hacia adelante: una nueva expansion de nuestra conciencia.
¿De qué color es la organización –la orden o congregación religiosa- a la que pertenezco? ¿es “turquesa” o rojo, ámbar, naranja, verde?
La propuesta de Frederic Laloux en su libro “Re-inventing organizations” (re-inventar las organizaciones)5 es –a mi modo de ver– una adecuada respuesta a esta situación y, por lo tanto, es perfectamente asumible por la vida consagrada. Pero, además, puede ser re-considerada y completada como un válido instrumento para retraducir organizativamente los grandes postulados del Evangelio en nuestro tiempo. El paradigma “turquesa” propone unos valores que no solo responden al momento evolutivo actual de la conciencia humana, sino también al movimiento que el Espíritu Santo despliega en nuestro tiempo para llevar adelante el proyecto del Reino de Dios y la liberación que Jesús nos trajo. Lo vamos a comprobar.
Descripción del paradigma
“turquesa”
Entre los diversos modelos organizativos, que Fréderic Laloux elenca y que designa con diferentes colores6, propone uno que es el adecuado –según él– para el momento de desarrollo en que se encuentra la concicencia humana: es el paradigma organizativo turquesa-holístico. Dado que cada etapa genera su propio modelo, éste último es el más evolucionado y complejo.
– El paradigma “turquesa”, holístico-integral7 considera la organización como un sistema viviente, un organismo vivo, en contraposición a los paradigmas anteriores (manada, ejército, máquina, familia). En cuanto organismo vivo está siempre en proceso de cambio y desarrollo, adquiriendo mayor belleza y complejidad. Los cambios provienen de todas las células, de todos los miembros, sin necesidad de un mandato central ni un control. Se confía en la fuerza de la vida hacia un misterioso porvenir –que no controla el futuro, pero sí cree en los sueños, visiones, en la exuberancia de la vida–.
– El paradigma “turquesa” parte de la conciencia de que la Vida quiere vivirse a través de nosotros: “¡Deja que tu Vida hable!”. Este modelo organizativo favorece la vida con espíritu, con alma. Se trata de una vida diferente del “Yo” de nuestra conciencia diaria; se trata de una vida que trata de vivir a través del “Yo”, el cual es su recipiente. Nos descubrimos entonces como expresión de algo que nos supera, como seres interconectados, inmersos en múltiples relaciones que nutren nuestra alma.
– El paradigma turquesa contempla la vida como un camino hacia la realización personal y grupal (y por ser camino comprende las limitaciones, errores y desvíos como posibles, pero también superables). Cada persona no es un problema, sino un potencial en espera de desarrollo. El ego está entonces bajo control.
– En este paradigma de organización las relaciones son “entre iguales” y no “jerárquicas”, se funciona desde la auto-gestión, se comparte una visión holística y una entrega que reclama no solo una aportación física, sino integral (intelectual, emocional, espiritual) que da felicidad y plenitud. En esta mentalidad turquesa-holística se respetan todas las opiniones.
– Esta nueva conciencia nos ofrece la oportunidad de recrear la comunidad, las organizaciones, desde un nuevo fundamento: la escucha mutua desde lo que somos y la visión de totalidad, en comunión con la vida y la naturaleza.
Clave evangélica: relectura del paradigma “turquesa”
El paradigma turquesa defiende valores que –como diría Jesús al escriba que le supo responder adecuadamente– “no están lejos del Reino de Dios. Esos valores son los que ya asume la vida consagrada más evangélica, más abierta al movimiento del Espíritu en nuestro tiempo. Sin embargo, conviene tomar conciencia de que es así, especialmente donde todavía se mantiene un tradicionalismo rígido, que defiende a ultranza modelos de organización que con el cambio de época se han vuelto obsoletos y en el momento actual de la evolución humana resultan perniciosos.
– El paradigma “turquesa” considera la organización como un sistema viviente, un organismo vivo, en contraposición a los paradigmas anteriores (manada, ejército, máquina, familia). San Pablo también consideró a la comunidad cristiana como un organismo vivo: ¡Sois el cuerpo de Cristo!”8. En la primera carta a los Corintios Pablo lo expresa magníficamente en los siguientes términos: “Aunque es cierto que los miembros son muchos, el cuerpo es uno solo… Y los miembros del cuerpo que nos parecen más despreciables los rodeamos de mayor respeto; y los menos decorosos los tratamos con más decoro… Pues bien, Dios organizó el cuerpo dando mayor honor a lo que carece de él, para que así no haya división en el cuerpo, sino más bien todos los miembros se preocupen por igual unos de otros… Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo” (1 Cor 12, 20-27). En cuanto organismo vivo, la comunidad cristiana está siempre en proceso de cambio y desarrollo, adquiriendo mayor belleza y complejidad. El deutero-paulinismo proclamará: “¡Que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo” (Col 3,15). O también: “Y lo dio a la Iglesia como Cabeza sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que llena todo en todos” (Ef 1,22-23). Los cambios provienen de todas las células, de todos los miembros, sin necesidad de un mandato central ni un control. Se confía en la energía del Espíritu que nos llevará hacia la plenitud. El capítulo 4 de la carta a los Efesios puede considerarse como anticipación profética –dentro de la comunidad cristiana- del paradigma “turquesa”. De él extraigo el siguiente texto: “Despojaos de viejos paradigmas (el hombre viejo), corrompidos por sus apetencias seductoras; renovaos en la mente y en el espíritu y revestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios. Por lo tanto, dejaos de mentiras, hable cada uno con verdad a su prójimo, que somos miembros unos de otro” (Ef 4, 22-25).
– El paradigma “turquesa” parte de la conciencia de que la Vida quiere vivirse a través de nosotros: “¡Deja que tu Vida hable!”. En nuestra interpretación cristiana, Cristo que vive en nosotros ha de expresarse y hablar a través de nosotros. Este modelo organizativo –interpretado en clave cristiana- favorece la vida con espíritu, con alma. Nos descubrimos entonces como expresión de algo que nos supera, como seres interconectados, inmersos en múltiples relaciones que nutren nuestra alma.
– La común igualdad y dignidad de todos: este principio coincide con la utopía de nuestro Maestro que nos dijo: “a nadie llaméis jefe, señor… todos sois hermanos” (Mt 23,9). Y de hecho, en la primitiva comunidad cristiana la denominación común era de “hermanos”, “hermanas”.
– La presunción de inocencia y de bondad respecto a todo ser humano, mientras no se pruebe lo contrario: “no juzguéis y no seréis juzgados” (Lc 6,37), “excusen la intención cuando no puedan excusar la obra”(San Antonio María Claret).
– La convicción de que los asuntos corporativos que nos afectan pueden ser abordados desde diferentes perspectivas: “ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio”(Lc 6,42).
– La constatación de que trabajar juntos y responsablemente, contar con todos, sin violencia, fuerza o coacción es fuente de gozo y creatividad: “cargar unos con las cargas de los otros” (Gal 6,2).
– El líder es el facilitador –no el mediador- en la resolución de conflictos: “si tu hermano te ofende…” (Lc 17,3-4).
Hay una finalidad (un propósito) a la que toda organización debe responder. Ella es fuente de entusiasmo y de complicidad para todos los que la forman. En clave cristiana y religiosa esa finalidad es la misión, el charisma recibido. Misión y charisma son no tanto el “qué”, ni el “cómo”, sino el “porqué” de todo. Este “porqué” ha de presidir todo lo que se piensa, se inventa, se hace. Jesús lo expresó así: “buscad ante todo el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6,33). Cada carisma colectivo en la vida consagrada es un peculiar modo de buscar, ante todo, el Reino de Dios y su justicia.
No es difícil ver tras estos presupuestos de toda organización “turquesa” la imagen paulina del “Cuerpo”: “Sois el Cuerpo de Cristo… y miembros los unos de los otros”. La vida consagrada necesita reconocerse a sí misma como cuerpo de Cristo y a cada una de sus personas –consagradas en el bautismo y por el carisma recibido del Espíritu– como miembros de ese cuerpo, de ese organismo vivo. La organización “turquesa” adquiere bajo la imagen paulina del cuerpo de Cristo –perfectamente aplicable a la comunidad religiosa- una profundidad sorprendente: todos iguales, en mutual relación, dinamismo y colaboración. Pero ¿cómo hacer operativa –en clave de organización– esta conciencia de “ser cuerpo” y “miembros los unos de los otros”?
1 Cf. Frederic Laloux, Reinventing Organizations: A Guide to Creating Organizations Inspired by the Next Stage of Human Consciousness, Nelson Parker, Brussels, 2014; Frederic Laloux, Reinventar las organizaciones, Arpa Editores, Barcelona, 2016; Daniel J. A mente organizada: como pensar com clareza na era da sobrecarga de informação, Objetiva, Rio de Janeiro, 2015; Wolfe Norman, The living Organization: transforming business to create extraordinary results, Quantum Leaders Publishing, 2011; Douglas Caulkins – Ann T. Jordan (eds.), A Companion to Organizational Anthropology, Wiley Blackwell, Chichester, 2013.
2 Cf. Alessio Surian (ed), Open spaces for interactions and learning Diversities, Sense Publishers, Rotterdam, 2016.
3 Cf. Simon Sinek, Leaders eat last: why some teams pull together and others don’t?, Portfolio / Penguin, New York 2014; C. Otto Scharmer, Theory U: leading from the future as it emerges. The social technology of presencing, Berrett-Koehler Publishers, San Francisco, 2009; Marc Hurwirz – Samantha Hurwitz, Leadership is half the story: a fresch look at followership, leadership and collaboration, University of Toronto Press, Toronto – Buffalo – London 2015; Jocelyn Bérard, Accelerating Leadership development: practical solutions for building your organization’s potential, John Wiley & Sons Canada, 2013; Bob Thomson, Don’t just do something, sit there: an introduction to no-directive coaching, Chandos Publishing, Oxford, 2009; Dave Gibbons, The monkey and the fish: liquid leadership for a third-culture Church, Zondervan, 2009; Dick Wills, Walking to God¡s dream: Spiritual Leadership, and Church renewal, Abingdon Nashville, 1999; Bill Robinson, Incarnate Leadership, 5 Leadership Lessons from the Life of Jesus, Zondervan, 2009; Margaret J. Weathley, Finding our way: leadership for an uncertain time, Berret-Koehler Publishers, San Francisco, 2007; Margaret J. Weathley, So far from Home: lost and found in our brave new world, Berret-Koehler Publishers, San Francisco, 2012; Marvin Weisbord – Sandra Hanoff, Don’t just do something, stand there!Ten principles for leading meetings that matter, Berret-Koehler Publishers, San Francisco, 2007.
4 Cf. Brian J. Robertson, Holacracy: the new management system for a rapidly chaging world, Henry Holt and Company, New York, 2015.
5 Cf. Frederic Laloux, Reinventing Organizations: A Guide to Creating Organizations Inspired by the Next Stage of Human Consciousness, Nelson Parker, Brussels, 2014. Cf. Parte 1, capítulo 3: ”Evolutionary-Teal”, donde desarrolla este modelo paradigmático, que después verificará con no pocos ejemplos en la parte 2: “The structures, practices and cultures.
6 El rojo-impulsivo (dictatorial, mafias, pandillas, lobo-manada), el ámbar-conformista (pirámide jerárquica, etnocéntrico, armada-ejército), el naranja-competitivo (competitividad, lucro, transnacional, máquina), verde-pluralista (pluralista, postmoderno, familia extendida).
7 Ira, vergüenza, culpa son frecuentemente escudos de nuestro “ego”, pero pobres maestros para el alma.
8 “¿No sabeís que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?… El que se une al Señor es un espíritu con Él” (1 Cor 6, 15.17). “Siendo muchos formamos un solo cuerpo” (1 Cor 10,17). “Porque quien come y bebe sin discernir el cuerpo come y bebe su propia condenación” (1 Cor 11, 29). “Pues lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo” (1 Cor 12,12). “Aunque es cierto que los miembros son muchos, el cuerpo es uno solo… Y los miembros del cuerpo que nos parecen más despreciables los rodeamos de mayor respeto; y los menos decorosos los tratamos con más decoro… Pues bien, Dios organizó el cuerpo dando mayor honor a lo que carece de él, para que así no haya división en el cuerpo, sino más bien todos los miembros se preocupen por igual unos de otros… Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo” (1 Cor 12, 20-27).