«Que sean uno como tu y yo, Padre, somos uno, para que el mundo crea”.
Esta es de las últimas peticiones de Jesús al Padre antes de su muerte. Ser uno como signo de credibilidad. O lo que es lo mismo: la comunidad como primer hecho de misión.
Una comunidad no como algo funcional, como lugar de intercambio comercial de necesidades o de favores, o como espacio donde recuperar fuerzas para salir de nuevo al mundo, como se decía no hace demasiado tiempo.
Más bien una comunidad donde poder andar en cierta verdad o por lo menos en una comodidad de hogar. Una comunidad donde lo importante no son los lazos de sangre sino la familia abierta de los que escuchan la palabra de Dios y la intentan poner en práctica. Una comunidad de “enfermos” porque los “sanos” no necesitan al Médico. Una comunidad que sea sal, pero sin los excesos de puñados desbocados, porque estos, destrozan la comida y hay que tirarla. Una comunidad que mora en lo escondido de una sana discreción que no tiene nada que ver con las apariciones estelares o con los excesos de los reality shows que llenan plazas y estadios. Una comunidad que se preocupa por buscar a la oveja perdida y que es consciente de que todos, alguna vez, lo fuimos, lo somos o lo seremos. Una comunidad que tiene la audacia de salir a la puerta con los brazos abiertos para recibir y abrazar y dar el anillo y matar al ternero cebado porque el que estaba perdido ha vuelto, porque el que estaba muerto ha resucitado, aunque nos haya rechazado y pedido la herencia en vida. Una comunidad que sabe que Dios paga el mismo salario al que va a trabajar muy de mañana a la viña que al que llega casi a la caída del sol, aunque nos parezca injusto. Una comunidad de libertad porque ya no hay judío ni griego, esclavo o libre, hombre y mujer, en Cristo Jesús. Una comunidad que lava y se deja lavar los pies, no sólo que lava, sino que se deja también lavar, no caigamos en el pecado de utilizar el servicio como expresión de poder y dominación. Una comunidad, al fin y al cabo, que sea UNO, en la multiformidad de lo distinto que no queda anulado por el borreguismo o por la uniformidad totalitaria. Una comunidad de hermanos, de iguales, porque los jefes de los pueblos os tiranizan y os explotan y donde el primero (si lo hubiese, si le fuera reglado este don) sea el servidor de todos. UNO