No deja de llamarme la atención que los taxis de algunas ciudades lleven publicidad. El otro día, cuando uno de ellos pasó a mi lado pensé que anunciaba alguna óptica. La imagen de las letras me recordó a esas revisiones del oculista en las que te asedian con esa odiosa pregunta imposible de responder (“¿cómo ves mejor así o así?”) que en menos de una milésima de segundo acompaña un inadvertido cambio de lente. Pero cuando me fijé mejor me di cuenta de que no se trataba de eso, sino que lo que parecían letras situadas de modo aleatorio formaban imperativos con los que se animaba a realizar aquello que realmente vale la pena en la vida.
Quizá la Pascua tiene mucho que ver con una forma distinta de mirar la realidad y que el Resucitado caminando a nuestro lado nos regala un modo diverso de unir con sentido todas las “letras sueltas” de las que se llena nuestra vida cotidiana. Quizá la experiencia pascual tiene mucho que ver con que, donde algunos sólo lograban ver un sepulcro vacío, otros atisbaron que el Padre había dado la razón a Jesucristo y que la muerte no es más fuerte que el Amor… y Dios dio la razón a esos “ingenuos” que interpretaron la realidad yendo más allá de lo evidente.