Me ha llegado la noticia de un reality show que se va a estrenar sobre unas jóvenes que quieren ser monjas mientras ultimo un encuentro con novicios y novicias en Sevilla. Mientras intento meterme en los zapatos de quienes viven un proceso de discernimiento de su vocación en distintas familias religiosas, me entero de que hay quien ha convertido ese proceso en carnaza televisiva convencidos de que (palabras textuales de la productora) “va a ser un pelotazo”… y no puedo evitar que me invada la pregunta de si estamos trivializando la vida. Y no me lo cuestiono porque considere que la vida pública no sea para la Vida Religiosa, sino por el sumo respeto que deberían provocarnos esos procesos de búsqueda que se cuecen en la intimidad de la existencia humana.
Siento mis reticencias, pero quizá es porque siempre he sospechado de quienes airean con suma facilidad lo más íntimo de su vida ante cualquier auditorio y demuestran la inexistencia de un pudor que protege de miradas ajenas lo que realmente toca nuestro corazón. Quizá mis reservas tienen que ver con la sensación de pisar tierra sagrada ante la que hay que descalzarse con cuidado que me invade ante quienes me abren su corazón. No es difícil que el problema sea que no acabo de acostumbrarme a que no nos reservemos un espacio de intimidad donde sólo dejemos entrar al Señor de nuestra vida y a esos pocos amigos/as especiales que Él nos regala.
Que cualquiera pueda entrar en ese escondido centro como un elefante en una cacharrería ¿no será que estamos trivializando la existencia?