Trayendo rostros

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Me ayuda tejer pequeños rituales para hacer transiciones entre etapas que se cierran y se abren, y también al comienzo de un año que se muestra como un viaje cuya ruta desconocemos. Dejo partir el barco del tiempo vivido, recojo en la cámara del corazón sus instantes, ese mapa de relaciones, proyectos, duelos, desánimos, contentos… Al disponerme para este nuevo año quiero evocar rostros que me hacen bien y que agradezco. Me viene, en primer lugar, el de Nelson Mandela, que si os habéis fijado estaba mucho más hermoso de mayor que de joven. Así me pasa también con el Papa Francisco: veo sus fotos de hace unos años y es como si ahora su rostro estuviera más abierto, con más luz, tomado por una suave alegría, «primereando» él también. Mandela expresaba en su discurso de investidura como presidente de Sudáfrica: «Mientras dejamos lucir nuestra propia luz inconscientemente damos permiso a otras personas para hacer lo mismo. Y al liberarnos de nuestro miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás».

 

Los hombres y mujeres que recorren el viaje de la vida «con gracia» nos dan anchura, nos dejan entrever el fruto que albergamos y las posibilidades que da de sí el ser humano en su mejor versión, su gran capacidad para conmoverse ante la realidad de los otros y para transformarla. «Todo parece siempre imposible hasta que se hace», señalaba Mandela y otros creyentes, antes que él, expresaron lo mismo de muchas maneras. Decía Jesús que «sólo Dios es bueno» y a ese icono se expuso a lo largo de su viaje, día a día, noche a noche, por eso pudo despertar toda la bondad que había en él y verter su vida con tanta bendición. En este momento del propio viaje podemos preguntarnos: ¿Qué me impide vivirme bendecida, bendecido? ¿Qué es lo que no me deja vivir de ese fondo bueno que hay en mí?

Traigo otros rostros que quiero que iluminen este año: Irena Sendler, una anciana polaca, realmente bella, que liberó a miles de niños judíos; me viene Malala y su causa, y en medio de esos rostros que nos conectan con otros mundos, y se convierten en compañeros silenciosos de nuestro viaje, quiero anotar de nuevo en el libro de mi vida los de este año, esos que ya tienen nombre e historia y que quiero saber cuidar. Y dejar también un lugar para aquellos que se nos regalarán…y es que en todo lo que alegra nuestro corazón hay siempre rostros.