¿Cómo revitalizar nuestra existencia humana y evangélica haciendo significativo el estado de consagración en el tiempo y el espacio que cada uno vive con el Señor? La Iglesia muestra una gran estima por los consagrados y nos considera capaces de vivir una autonomía enraizada en Cristo y en el Evangelio. Haciendo un examen de conciencia nos damos cuenta, sin embargo, de que no siempre damos testimonio de una verdadera autonomía. Este comportamiento es la consecuencia de una formación que se identifica a menudo con la adquisición de saberes y no como experiencia de discernimiento que habilita para vivir evangélicamente según el Espíritu de Dios a todos los niveles. En la actualidad, la formación se está rediseñando para favorecer una autonomía que se realice y tome sentido en la relación con Cristo. Es su amor el que hace superar el individualismo, la independencia, el subjetivismo… Es su amor el que genera la pasión por el Reino. Es su amor el que da valor a la fraternidad mística a través de las relaciones humanas y evangélicas, a la obediencia como vida a la escucha del Espíritu, a la profecía que hace ver a Cristo, a la fe que toma forma en la liturgia y la caridad.
El trabajo está en proceso. Está en nosotros si decidirnos reconsiderar el sentido de nuestra vida para ser personas en relación que viven el Evangelio, consagrados que quieren seguir con amor al Señor y llevarlo a aquellos que esperan gestos de esperanza.