TRABAJO EN PROCESO…

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(Diana Papa, clarisa). Algunas preguntas que parecen silenciadas nos interpelan y nos piden una reflexión profunda, sobre todo, cuando la vida parece perder sentido. Cuando esto sucede, llega el tiempo de revisar el camino de la propia consagración, de volver a visitar el punto de partida e interrogarnos para comprender si estamos viviendo para el estado de vida o vivimos según el sentido que ilumina cada aspecto de nuestra existencia. La respuesta nos puede ayudar a leer los efectos de la pérdida de significado que se da en este momento en el seguimiento del Señor: poco a poco nos alejamos de Dios, acallamos las motivaciones, los deseos y los sueños. Transformando el estado de vida en un refugio seguro nos cerramos en una espiritualidad desencarnada, dejamos de buscar, nos enjaulamos, reducimos el horizonte de Dios a nuestro horizonte y construimos una vida irreal.

¿Cómo revitalizar nuestra existencia humana y evangélica haciendo significativo el estado de consagración en el tiempo y el espacio que cada uno vive con el Señor? La Iglesia muestra una gran estima por los consagrados y nos considera capaces de vivir una autonomía enraizada en Cristo y en el Evangelio. Haciendo un examen de conciencia nos damos cuenta, sin embargo, de que no siempre damos testimonio de una verdadera autonomía. Este comportamiento es la consecuencia de una formación que se identifica a menudo con la adquisición de saberes y no como experiencia de discernimiento que habilita para vivir evangélicamente según el Espíritu de Dios a todos los niveles. En la actualidad, la formación se está rediseñando para favorecer una autonomía que se realice y tome sentido en la relación con Cristo. Es su amor el que hace superar el individualismo, la independencia, el subjetivismo… Es su amor el que genera la pasión por el Reino. Es su amor el que da valor a la fraternidad mística a través de las relaciones humanas y evangélicas, a la obediencia como vida a la escucha del Espíritu,  a la profecía que hace ver a Cristo,  a la fe que toma forma en la liturgia y la caridad.

El trabajo está en proceso. Está en nosotros si decidirnos reconsiderar el sentido de nuestra vida para ser personas en relación que viven el Evangelio, consagrados que quieren seguir con amor al Señor y llevarlo a aquellos que esperan gestos de esperanza.